Opinión
De circo a escaparate
Hoy miércoles es cuando realmente comienza la «función» en esta nueva legislatura, al menos en lo relativo a ese sano ejercicio democrático que conocemos como control del gobierno de turno, después de un mes de «coalición progresista» en el que las preguntas solo han sido efectuadas por periodistas. Interrogantes no han faltado porque cosas han ocurrido, muchas y de todos los colores, desde misteriosas reuniones de madrugada en el aeropuerto de Barajas , pasando por inéditas visitas «de estado» a Cataluña y nombramientos de altas jerarquías institucionales, como poco más que discutibles. Los tres últimos años de inestabilidad política en nuestro país nos han brindado además un Congreso de los Diputados no abonado para ese ejercicio controlador del poder. Más bien el Parlamento se había convertido en un auténtico circo de varias pistas en el que campaban a sus anchas enanos, domadores, payasos y trapecistas en busca del mejor tiro de cámara y del más idóneo momento para ponerse bajo los focos. «Artistas» que en algunos casos, bien se sientan hoy en el Consejo de Ministros o bien han pasado de escupir físicamente a miembros del Gobierno o esgrimir pesadas impresoras desde el escaño, a ser considerados «hombres de Estado» adalides del dialogo.
La etapa que hoy se abre sin embargo puede experimentar una indicativa mutación en nuestro Parlamento. De espectáculo circense tal vez pase a escaparate ideal y caja de resonancia para una parte de la propaganda gubernamental. Botón de muestra es la intención del socio podemita del Ejecutivo de interrogarse a sí mismo en sesiones como la de hoy a través de preguntas «alfombra» para mayor lucimiento. Nunca mejor traída la famosa frase «me alegra…me alegra que me haga esa pregunta» en boca de ministras como las de Igualdad o Trabajo después de escuchar a compañeros y compañeras de su partido hacerles el «marcaje». Pero sobre todo es al principal grupo de la oposición, el popular, a quien le corresponderá, con su líder Pablo Casado a la cabeza, dar la auténtica medida de referente político para los ciudadanos frente a un gobierno social-comunista apoyado por separatistas. Un PP al que no le está resultando nada fácil zafarse de la tela de araña, entre cuyos hilos lanzados bien desde VOX o bien desde el PSOE suele acabar enredado. Casado, –que ahora deberá echar el resto en el primer rubicón que suponen unos comicios vascos y gallegos cuya convocatoria y manejo escapan a su control– tiene la oportunidad de reivindicar la nada sencilla tarea de ofrecerse como consolidado líder de un PP alternativa de gobierno, pero en línea con el –tal vez demasiado fácil de dar– consejo de Aznar, que es hacerlo como si el aliento de VOX sobre su nuca fuera inexistente.
De modo que o Casado, Abascal y Arrimadas se olvidan de emular al ejército de Pancho Villa y hasta de algunos complejos o el Congreso de los Diputados pasará de circo de varias pistas a cómoda pasarela –una más– de los modelos diseñados en la Moncloa.
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