Opinión

Coronavirus. Decisiones difíciles

De la epidemia del coronavirus empezamos a aprender muchas cosas. Una de ellas, la primera, es nuestra dependencia de las fábricas, las universidades y la investigación chinas. Había quien lo sabía, había quien lo sospechaba… y ahora todo el mundo es consciente de ello. Ya no se trata sólo de piezas para ser montadas en el mundo «desarrollado», sino de medicamentos, prótesis y muchos otros productos que, de tan ricos como somos, venimos dando como garantizados. Puede que la entrada de China en la Organización del Comercio Mundial fuera una decisión imprescindible en su momento, y que fuera clave para su propio desarrollo. También ha sido uno de los elementos más problemáticos de la globalización, por sus consecuencias en la economía y la sociedad de los países desarrollados. El ejemplo de la epidemia del coronavirus no está entre los menores.

Otra, más relevante aún, atañe a nuestros sistemas democráticos. Después de haber favorecido la expansión de la enfermedad por su opacidad y su aversión a la información veraz, las autoridades chinas empiezan ahora a presumir de tener la epidemia bajo control. Contrasta esta actitud con los países democráticos, en los que las autoridades han dudado, y siguen dudando, ante decisiones como el cierre de zonas afectadas, la puesta en cuarentena de grandes poblaciones e incluso la prohibición de manifestaciones y festejos.

No se sabe si atribuir esta actitud a prudencia o al pánico a tomar decisiones, como parece sugerir la clamorosa ausencia de cualquier liderazgo político por parte del Presidente y de su gobierno en nuestro país. No se visitan las zonas de infección y se llega a utilizar guantes en manifestaciones que ellos mismos no se atreven a vetar. (Sabemos la grosera oleada de histeria que estos «moderados» tan exquisitamente enguantados habrían suscitado de estar gobernando el centro derecha).

Todos esperamos que la epidemia pueda ser controlada de aquí a poco tiempo, pero si así no fuera, es difícil de imaginar el efecto que todo esto tendrá en el crédito de unos sistemas y unos hábitos políticos que por ahora se están demostrando poco eficaces a la hora de contenerla. Eso sin contar las consecuencias económicas que ya han empezado a notarse y que, de continuar, van a poner en cuestión modelos de Estado social basados en la emisión permanente de deuda. Se acaba de abrir un horizonte plagado de decisiones duras y complicadas.