Opinión

Crisis de papel higiénico

Hay que ver el papel higiénico que se está vendiendo. En COPE hemos mandado a los reporteros a preguntar y los acaparadores compulsivos arguyen que «como los estantes de los supermercados se vacían de pan, leche o papel higiénico, tenemos miedo de que falten». Se está produciendo una reacción de pánico gregario, completamente injustificado, porque el suministro de estos productos está garantizado, como han tenido que aclarar empresarios como Juan Roig, de Mercadona. La tarde del lunes, cuando se dio a conocer el cierre de los colegios, se montó un circo en las grandes superficies. Un incesante trajín de familias acumulando carros y carros, haciendo cola en las cajas, acopiando garbanzos, que probablemente hacía años que ya ni cocinaban. Me pregunto cuántos potajes van a tener que comer en los próximos años. Tal vez mejore la alimentación y volvamos al consumo de legumbres tradicional.

El miedo provoca reacciones extrañas, algunas peligrosas. Los clientes están sacando dinero de los bancos. En este caso, aunque estemos lejos, cabe temer problemas de liquidez y el consabido corralito. Sobre todo, a la vista de la descalabrada evolución de las bolsas, los problemas graves en hostelería, turismo y servicios y el anuncio de que, para primeros de abril, las empresas que dependen de suministros de China pueden ver interrumpidas sus cadenas de montaje.

La gestión de esta crisis depende en buena medida del control de factores psicológicos. El temor de las autoridades no se refiere a la letalidad del virus, sino al colapso de los sistemas sanitarios por la velocidad de contagio. Si las urgencias están saturadas y no hay camas suficientes, si los médicos están en cuarentena, no sólo se resentirá la atención de las víctimas del coronavirus, sino la de cualquiera que se rompa la pierna o tenga un infarto.

Por lo tanto, es prioritario permanecer en casa, incluso con síntomas, y tirar de teléfono sanitario. Acudir al hospital sólo cuando se indique y cumplir las indicaciones higiénicas y de aislamiento y cuarentena. Todo eso depende de la calma personal. Si entramos en el desasosiego desembocaremos en la irresponsabilidad y el caos.

Es interesante que, en la medida en que se reducen el fútbol y las distracciones sociales, empezamos a depender de nuestros recursos más profundos y verdaderos. De nuestros principios, de la solidez personal, del amor de otros. Y es bonito comprobar que, en España, ya se están produciendo respuestas solidarias de grupos que se prestan a atender a los niños o los ancianos de los demás. A ayudar con los deberes a los primeros o llevar la compra a los segundos. También resulta provocador percibir que el pánico cede cuando uno tiene paz interior y motivos para la esperanza.