Coronavirus

Editorial: Todos en casa; todos somos potenciales portadores

La sociedad española se enfrenta a un escenario que generaciones y generaciones de compatriotas jamás habían conocido y ni siquiera imaginado en la peor de las pesadillas. Vivimos tiempos excepcionales, porque la amenaza que convive entre nosotros también lo es. Hay que pararse y meditar sobre una enfermedad que no entiende ni nos divide en ricos o pobres, izquierda o derecha, mujeres u hombres. Todos somos su objetivo y a todos, por tanto, nos concierne cumplir con el deber que nos corresponda en esta lucha que no será corta. Hoy, miles de españoles están afectados por el Covid-19, pero mañana serán muchos más y pasado, más, y así en una secuencia diabólica que no se frenará si entre todos no la paramos. Porque en un ataque en el que la población en su conjunto es su objetivo, nadie, decimos nadie, puede quedarse al margen o entender que esto no va con ellos. Por supuesto, la responsabilidad es dispar. En el caso de la inmensa mayoría de nosotros es algo que no debería suponer mayor esfuerzo que quedarse en casa, permanecer en el domicilio y no abandonarlo salvo para casos extraordinarios, como el aprovisionamiento. Las escenas que hemos visto en las últimas horas con personas disfrutando de este panorama trágico poco menos que como si fueran unas vacaciones son intolerables, además de profundamente insolidarias e incívicas. No pueden repetirse, especialmente porque son una invitación al contagio. Estamos obligados por un deber individual, pero también familiar y colectivo. Si cada uno de nosotros ponemos todo de nuestra parte para permanecer sanos, también lo estarán nuestros allegados y conocidos. Establezcamos una cadena de salud contra el coronavirus e impidamos que nuestra potencial frivolidad o temeridad nos convierta de golpe en un agente patógeno para nuestro entorno más cercano. Seamos más responsables que nunca, nos jugamos miles de vidas. Todos en casa, con la disciplina y el coraje que la emergencia demanda. Si nosotros cumplimos, nuestros profesionales sanitarios y el resto de los funcionarios del Estado podrán dedicarse a lo que de verdad importa. Calles vacías, hogares al completo, y así pronto superaremos esta prueba amarga.