Opinión

Buenas señales

Una de las pocas cosas «positivas» que deja el coronavirus fue la brutal reacción de los nacionalistas. El presidente de la Generalidad, Quim Torra, amenazó con burlar el estado de alerta y no acatar la Constitución. Una baladronada que en su caso parece gesto de hermosa coherencia, dado el historial golpista. Otro prodigio, Iñigo Urkullu: «comprometo por responsabilidad el cumplimiento del real decreto y lo haremos porque lo primero es el interés general de la ciudadanía». Tela, por lo que tiene de delirio, pues sólo faltaba que un gobernante pudiera saltarse un real decreto. «Como si la ley sugiriera conductas en lugar de ordenarlas», tal y como tiene dicho, y bien dicho, el abogado Alejandro Molina. Con esta gente, que sitúa sus negocios por delante del interés general, lidiamos hace décadas. Unos pirómanos que no dudan en discutir la existencia misma del Estado nación en su hora más dramática. Justo cuando más necesitamos de la solidaridad y la coordinación en la batalla para evitar el colapso sistémico y una crisis económica y sanitaria que amenaza con mandarnos al fondo del mar, matarile. Luego está el asunto, decisivo, de que la ministra de defensa, Margarita Robles, explicó sin miramientos ni afeites el abecé de la vaina a un cenutrio que a lo mejor, a lo mejor, «no merece ser llamado responsable político». La declaración del Ministerio, que explica que «los Jefes de Estado Mayor de los Ejércitos y de la Armada podrán emplear al personal en activo y en reserva con destino en el cumplimiento de las misiones asignadas» contribuye como ninguna otra a normalizar el papel de las Fuerzas Armadas en un país donde parte de la población arrastra complejos, paranoias y sectarismos reñidos con la pura realidad y la historia. La tercera pata de mi optimismo está relacionada con el papelón de Pablo Iglesias y el resto de populistas. Definitivamente retratados como enemigos del demos incapacitados para trascender el postureo y el márquetin. En cuanto a las negligencias de un Gobierno que dedicó varias semanas preciosas a aguar la crisis que llegaba y animar a las concentraciones públicas de cientos de miles, tiempo habrá para que hablemos. De momento nos conformamos, y no es poco, con que Moncloa tome el mando, abandonado ya el sonsonete sectario. Y los cabezas de huevo electorales, los peronistas fetén y los politólogos, a sus casas.