Opinión

La Romana de Valdenegrillos

Déjenme que anime un poco su forzado retiro con historias ejemplares de personas que eligieron voluntariamente la soledad. Tras el caso de la monja Juliana, que les conté el martes, hoy le toca el turno a la Romana de Valdenegrillos.

La mujer, que ha superado ampliamente los 90, vive sola en su casa del pueblo, una aldea acurrucada en la falda de la Alcarama, rodeada de estepas, sabinos y alimañas, sin un alma en varias leguas a la redonda. Puede considerarse la última resistente de las Tierras Altas de Soria, la comarca más despoblada de España, que da soporte y cobijo a un cementerio de pueblos.

El Zacarías y la Romana, los dos últimos vecinos de Valdenegrillos, resistieron hasta que pudieron. El año 2012, si no me falla la memoria, antes de que se echara el invierno encima, tuvieron que dejar el pueblo por los achaques del hombre. El cura de San Pedro lo condujo al hospital de Soria, y se fueron a vivir a casa de los hijos en la ciudad. Tuvieron que desprenderse de las gallinas, olvidarse del huerto, vender el burro y cerrar la casa, con la lumbre de la cocina aún humeante. Desapareció del paisaje la singular estampa de la Romana, una mujer valerosa, diminuta y enlutada, subida a su burro, que cada semana recorría las dos leguas largas, por un camino pedregoso, hasta San Pedro Manrique en busca de suministros.

No aguantó mucho el Zacarías. Entraba y salía del hospital hasta que un día me encontré con su esquela mortuoria en la puerta de la concatedral. La Romana quería que lo llevaran a enterrar al camposanto del pueblo, pero al fin descansa en el cementerio soriano de El Espino al pie del becqueriano Monte de las Ánimas. No pasaron muchos meses del luctuoso suceso cuando me llegó la sorprendente noticia: ¡La Romana ha vuelto al pueblo! Parecía increíble, pero allí estaba. Y allí sigue. Completamente sola. En su lumbre de la cocina. Con la única compañía de una gata que le llevó Toño, el cura. Cada vez más cargada de años y achaques. En su solitario rincón ha superado el último invierno. Aún quedan huellas de la reciente nevada. Cada semana pasa por su puerta el guarda forestal o la pareja de la Guardia Civil por si necesita agua, alimentos o medicinas. Ella parece feliz. El viajero curioso que se acerque a Valdenegrillos no tiene pérdida: si ve una casa entre las ruinas de la que sale humo de la chimenea, allí vive la Romana.