Opinión

Y Jardiel le llamó idiota

Miguel Mihura y su hermano Jerónimo, hartos de dar tumbos de alquiler en los veranos, compraron un piso alto en Fuenterrabía, con una vista prodigiosa. El pequeño muelle, y las playas de Fuenterrabía y Hendaya separadas por el espigón del pudor. Los biquinis de Hendaya eran mucho más pequeños que los de Fuenterrabía, y superábamos el muro de la indecencia nadando y rodeando la escollera en los días de marea baja. Mihura le escribió una tarjeta-postal a Antonio Mingote desde su nueva casa. «Querido Antonio. Aquí estoy en mi nueva casa de Fuenterrabía. Tengo una terraza desde la que se domina el mar. Me he comprado un catalejo, y veo pasar los barcos por el horizonte. Lo cierto es que me he comprado el catalejo porque no se me pone morcillona, porque si se me pusiera morcillona, iba a perder el tiempo viendo pasar los barcos por el horizonte la madre de Juan Sebastián Elcano».

Hace años se editó un libro que reunía parte de la correspondencia del gran Mihura en Fuenterrabía. Y destaca entre ella una misiva agresiva, brutal e inmisericorde de otro genio del humor español, Enrique Jardiel Poncela, que afeaba con indignación a Mihura su frecuencia en plagiarlo. «Todo tiene un límite, Miguel, hasta la provincia de Badajoz, y de aquí no paso». Y le relacionaba uno por uno los plagios, que en verdad, eran excesivamente coincidentes con los diálogos de Jardiel. Jardiel inventó los aforismos encadenados. ¿Qué es un neumático? El que se pincha; ¿Qué es la leche? La que se corta. ¿Qué es un cuchillo de un hotel? El que ni pincha ni corta. No viene a cuento, pero me ha divertido recordarlo.

Miguel Mihura estrenó en colaboración con el maravilloso Tono, una decena de obras. Jardiel era un trabajador nato, disciplinado y riguroso, y Tono y Mihura no destacaban por la perseverancia en la creación, siempre genial. El humor de Jardiel renovó las columnas del humor español y dio paso a la «Generación Simpática del 27», con López-Rubio, Mihura, Tono, y un jovencísimo Antonio Mingote. En ocasiones, Jardiel escribía con cianuro, en tanto que Mihura consideraba al humor como un refugio de gente bien educada. «El humor va de-sapareciendo poco a poco como un lujo, y dentro de unos años será un grato recuerdo más de la “belle époque”. No hay que olvidar que el humor es una sonrisa bien educada. Una risa que ha ido a un colegio de pago». Mihura nos señala el porqué de la ausencia de amor de los envidiosos y los resentidos, de la carcajada mostrando la ordinariez de las encías, y la nobleza de la sonrisa medida y controlada.

Pero es cierto, le plagió algún destello de genialidad a Jardiel, que al final se pregunta: «-¿Cómo un talento como el tuyo cae en la vulgaridad del plagio? Eso sólo lo hacen los idiotas». No había nacido todavía Pedro Sánchez y Jardiel ya le había llamado «idiota».

Sánchez tiene todo el escudo de silencio de sus escuderos en las televisiones. Poca importancia le concedieron al plagio de su tesis doctoral, y al libro «Manual de Resistencia» que cobró como autor sin haber escrito una línea. Se lo escribió de pe a pa su protegida Irene Lozano, la íntima de Zaida Montero y biógrafa de Máximo Pradera, también conocido como Mínimo Parcela. Ahora, Irene Lozano, cabeza del deporte español, no puede perder el tiempo escribiendo para su amo, porque está estudiando a marchas forzadas los diferentes tipos de balones, pelotas y bolas que se usan para ejercitar los deportes con elementos esféricos.

Días atrás, Sánchez se dirigió a los españoles, para animarlos y no excusarse de su culpa por el retraso de las medidas a tomar para detener la expansión del Covid 19. No pidió perdón por haber autorizado unas manifestaciones masivas de chicas mal educadas, como le habían advertido científicos y políticos de todo el mundo. Pero se mostró contundente, y algún ingenuo dejó escapar alguna lagrimilla de sus ojos. Sobre todo cuando dijo: «Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país, y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y libertad. Así hemos construido la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y determinación». Hermoso párrafo el de Sánchez, aunque no sea de Sánchez.

Está plagiado, literalmente fusilado, de la novela «Palmeras» de la que es autora Jibina Zabaldu o Jimina Sabadu, que a decir verdad, no conocía su existencia. Su Rasputín, Iván Redondo, admitió el plagio porque sabe que su Sánchez es intocable y los suyos se amurallan para defenderlo. Pero no contaba Sánchez con Jardiel Poncela, que con anterioridad a su nacimiento en Tetuán de las Victorias, le llamó «idiota».