Opinión
¡Muere mucha gente, insensatos!
Con el órdago a la grande más serio plantado frente a las barbas de este país en décadas, con gente muriéndose después de días arrumbados en los hospitales, con la curva de afectados por el Covid-19 todavía enfilando exponencialmente lo alto del gráfico y subiendo o con la impotencia de unos profesionales de la Sanidad huérfanos de medios, lo último que podía imaginar entre tanta desolación era la proliferación de una abyecta y repugnante trifulca ideológica, con las redes sociales –fecales que diría mi compañero Amón– como escenario. Unas redes que, más allá de la espontaneidad se han convertido en algunos casos en punta de lanza y avanzadilla de las diferencias políticas tristemente evidentes entre esas dos Españas. Si convenimos en que, a pesar de las dificultades somos un gran país, difícilmente son concebibles campañas –verdaderas y auténticas campañas– aprovechando la impunidad de las redes como las protagonizadas por políticos de pega, pero aún con ascendencia en formaciones como Podemos hoy en el Gobierno. Contemplar a Juan Carlos Monedero derramando morados espumarajos contra el gesto de Inditex –Amancio Ortega para variar– tras la iniciativa de esta empresa de poner toda su logística a disposición del Gobierno para la fabricación de material sanitario resulta tan indignante como el cómplice silencio del vicepresidente «social» Iglesias, todavía nadando –o tal vez ya ahogándose– entre sus contradicciones desde que se sentara en el consejo de ministros y ahora más evidentes que nunca en una situación de emergencia nacional. Esta muriendo mucha gente, demasiada como para que nuestras administraciones dirigidas por políticos puestos por partidos continúen mirándose mutuamente de reojo con una desconfianza que solo genera desesperación entre los ciudadanos. Además de inasumible produce sonrojo ver cómo la falta de medios que en teoría canaliza el Gobierno de la nación obliga a todo un Ayuntamiento de la capital de España a cerrar la funeraria y acondicionar el palacio de hielo como una «macro morgue». Tampoco dejaba de contrariarnos la incertidumbre de todo un gobierno autonómico como el madrileño, zona «cero» de la epidemia temeroso de que el material encargado por este Ejecutivo procedente de China, no tuviera todas las facilidades para llegar a destino. Si el coronavirus necesita un aliado, ninguno mejor que la descoordinación y la desconfianza entre administraciones de distinto o hasta igual signo político, ninguno mejor que aglutinar todos los poderes en el Gobierno central en línea con el estado de alarma, pero no ejercer al máximo esa prerrogativa sin complejos, ninguno mejor que unas redes sociales que en algunos casos se han convertido en instrumento de estrategias que no dudan en utilizar la mentira y la manipulación con tal de propagar su particular verdad, que no es otra más que la difamación del adversario y embarrar el terreno entre tanto dolor, para justificar la incompetencia propia. Qué bueno sería, en tiempos de obligados confinamientos domiciliarios confinar a la «brigada Monedero» -entre otras- en el rincón de la irrelevancia.
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