Opinión
El SOS de Soria
No es hora de reproches, ya habrá tiempo de ajustar cuentas, sino de echar una mano. ¿Quién puede ignorar en esta hora los gritos de socorro? «Haz todo lo que puedas –me escribe mi amigo Martín, el cura–, estamos muy mal en Soria: faltan médicos y material sanitario, faltan respiradores, de todo; están derivando enfermos a Burgos y Valladolid…» Algo parecido pasa en Segovia. En proporción hay más contagiados en estas provincias castellanas que en Madrid. Esta crisis sanitaria está poniendo de manifiesto los escandalosos desequilibrios en la ordenación del territorio. También en el campo de la salud. En Soria hace tiempo que se venía avisando de la falta de personal y medios para atender a una población envejecida y dispersa. Mucho más vulnerable. Ahora se ha visto que no eran advertencias caprichosas. De paso, si en algún sitio, dadas las penurias y el desamparo, merecen en las presentes circunstancias, los médicos y el personal sanitario, el aplauso y el reconocimiento, desde todos los balcones y ventanas de España, es en estos pequeños hospitales de provincia, a los que la gente acude en dolorosa peregrinación, como última esperanza.
El SOS de Soria me ha conmovido, no sólo por ser mi tierra. Esto es lo que faltaba. Parecería que en la España vaciada estaban más seguros ante el avance de esta enfermedad contagiosa, que encuentra su mejor tierra de cultivo en las grandes aglomeraciones urbanas. Alguna ventaja tenían que tener. Y mira. Parece que, cuando sonó la alarma, muchos habitantes de la ciudad cogieron el coche, irresponsablemente, y se fueron al pueblo. Así se extendió el contagio, se saturaron los hospitales provinciales, como el Santa Bárbara de Soria, y ahora pagan justos por pecadores. Me parece que en esa primera estampida de Madrid y de otras capitales importantes hacia los pueblos y los apartamentos de las playas está una de las claves de la expansión de la peste.
En medio de esta angustia, que suponemos pasajera, reconfortan gestos como el del obispo de Osma-Soria, el riojano Abilio Martínez Varea, que ha puesto al servicio de la sociedad soriana la Casa de Espiritualidad «San Pedro de Osma», situada en el Seminario diocesano. Cuenta con veinticinco habitaciones bien equipadas, que pueden acoger a medio centenar de personas –enfermos, personal sanitario…–, «como signo de caridad evangélica». En Cáritas están trabajando a calzón quitado y las clarisas de Soria y Medinaceli se dedican a coser cientos de batas y mascarillas. Todos esperamos, como el olmo de Machado, un milagro de la primavera.
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