Opinión
Coartadas bolivarianas
Hay una película que ya hemos visto multitud de veces aunque se siga repitiendo y que nos muestra la manera con la que opciones políticas populistas o de ideología extrema aprovechan la coyuntura brindada por grandes catástrofes, guerras o emergencias nacionales de gravedad, para hacer uso de un poder que en ningún caso habría recaído sobre sus manos dentro del pleno juego democrático. En países del tercer mundo los filamentos de resistencia en los órganos del estado de derecho suelen acabar quebrando ante estos embates y ejemplos tenemos para dar y tomar en la América Latina tomada por algo más que simples «tics bolivarianos» en algunos casos y por revoluciones castro-chavistas en otros. Pero son los países del primer mundo los que como España, en una prueba de auténticos test de resistencia comienzan, a poner a prueba toda su solvencia a la hora de salvaguardar el sistema democrático de plenas libertades frente a obsesiones por la intervención estatal que en nuestro caso ni disimula, ni ganas que tiene el vicepresidente segundo del gobierno, en coherencia -dicho sea de paso- con su particular ideario político importado de Venezuela y puesto a fermentar en facultades de ciencias políticas. Arrebatar a las comunidades autónomas las políticas activas de empleo fue todo un síntoma dentro de la «barra libre» habilitada por la tragedia del coronavirus y el correspondiente estado de alarma. Es la máxima de la izquierda bolivariana trasladada a nuestro país con algo más que cuentagotas y que al fin y al cabo tiene como razón de ser la gestión de los subsidios y ayudas sociales de todo tipo para asegurarse las correspondientes redes clientelares. Se trata en definitiva -y en esto Pablo Iglesias sigue a pies juntillas su hoja de ruta- de establecer una relación causa-efecto inevitable e ineludible entre la dramática crisis sanitaria que exige medidas centralizadas en principio asumidas por todo hijo de vecino y la economía del país, cuyo futuro puede quedar tocado en lo relativo a una economía de mercado con todas las garantías jurídicas. Y mientras tanto, en esa reiterada vuelta de tuerca para testar la resistencia del sistema echando mano de trucos y artimañas legales de todo tipo, para ningunear al Parlamento -invocando, eso sí, a la Carta Magna- trata de desactivarse el papel de la oposición, en la que Pablo Casado resulta clave a la hora de reclamarle apoyos ciegos y un incomprensible seguidismo al que se corresponde con una patente deslealtad reflejada en el escamoteo de información y poco concretadas o muy condicionadas ofertas de «pactos de la Moncloa». No estaría de más revisar según que cheques en blanco teniendo en cuenta sobre todo a los compañeros de cama con los que Sánchez parece sentirse tan confortable. Tras las últimas elecciones el teléfono de Casado no recibió llamada alguna de un Sánchez que ya había corrido a abrazarse con Iglesias y todo apunta por desgracia a que la trágica situación que ahora vive el país tampoco parece suficiente como para implicar de lleno y en serio a las «derechas». Prima la ruta de Iglesias. Pura esencia bolivariana.
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