Opinión

Paradojas de la reconstrucción

La idea de la reconstrucción es el broche de la retórica bélica que ha prevalecido desde el inicio de la pandemia. Dicha retórica tiene como objetivo fortalecer el poder y debilitar los impulsos liberales de los ciudadanos. Una guerra fuerza a la obediencia a la autoridad, ante un mal del que es inocente. Cualquier daño que perpetre contra sus súbditos estará justificado por la emergencia, será siempre mejor que no haber hecho nada, y vendrá revestido de una gran carga emocional, porque, como es natural, el poder está preocupado por nosotros. El final de toda esta intoxicación es la reconstrucción. Los políticos repiten consignas antiliberales que derivan de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto que el lenguaje bélico siempre está presente en la retórica antiliberal, por las razones mencionadas. De ahí que los políticos siempre estén «luchando» contra toda clase de males, que siempre son producto de las mujeres y los hombres libres, y cuyo remedio siempre requiere, en consecuencia, recortes en su libertad. Pero con el coronavirus han recrudecido las copias, y, por ejemplo, se vuelve a hablar del Plan Marshall, e incluso se cita la situación actual como si fuera equivalente a la de la Europa de 1945, y requiriese de grandes subidas en el gasto público y la deuda para que la economía pueda ser reconstruida. Esto es groseramente falso. No estamos en nada que se parezca a una guerra de verdad, y nuestra realidad es incomparable con la de la Europa devastada de 1945, económicamente arruinada y con decenas de millones de muertos. Nuestra economía, y su recurso más importante, las personas, y en particular el capital humano de las trabajadoras y las empresarias, está intacto. ¿Qué es lo que hay que reconstruir? En realidad, lo que urge fortalecer son las condiciones institucionales que permitan que la capacidad de esas mujeres de crear riqueza y empleo vuelva a ser ejercida con toda plenitud. Sin embargo, y por paradójico que parezca, los esfuerzos de los políticos y la prédica de su pensamiento algodonoso, ampliamente replicado en los medios de comunicación, van en sentido contrario. En lugar de apuntar al restablecimiento de las instituciones de la libertad, empezando por la propiedad privada y los mercados abiertos, se pregonan mensajes hostiles a los mismos. Aquí parece que saldremos adelante con más gasto público y más impuestos, y con todo el discurso buenista y fofo que rodea el recetario hegemónico antiliberal. Dichas paradojas de la «reconstrucción» abarcan desde los que aseguran que prefieren que les suban los impuestos, como si la fiscalidad fuera una cuestión de preferencias individuales y no de imposiciones colectivas, hasta el populismo fascista de Podemos, que pretende seguir al pie de la letra la consigna de Mussolini: «Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado».