Opinión

Los personajes del proceso a Jesús

El proceso a Jesús, que acabó con su condena a muerte por el Sanedrín, reunido de madrugada, se desarrolló precipitadamente y sin garantías. Fue claramente un juicio injusto. En este gran drama histórico participaron de forma más o menos señalada una serie de personajes, cuya memoria perdura hasta nuestro tiempo. El primero de ellos es Anás, que había sido sumo sacerdote durante siete años. Eso le sirvió para enriquecerse y afianzar su autoridad. Seguía siendo el jefe moral de la comunidad judía, el que mandaba. A él condujeron a media noche al nazareno, tras detenerlo en Getsemaní. Anás es el autor principal de este drama que se avecina. El responsable oficial es Caifás, sumo sacerdote entonces, nombrado por Valerio Grato y mantenido por Poncio Pilato. Llevaba una docena larga de años en el cargo, lo que demuestra su capacidad de acomodación. Un hombre flexible y ambicioso. Si había que sacrificar a un inocente para no poner en peligro el orden establecido, pues se sacrificaba, utilizando falsos pretextos político-religiosos. Es lo que hizo. «Es mejor -dijo- que muera un solo hombre por el pueblo a que perezca toda la nación».

Lo que menos se podía esperar es que dos de los discípulos del condenado, en el tremendo trance, le negaran o lo traicionaran. Pedro, asustado, negó reiteradamente en el patio de Caifás que lo conociera, y Judas vendió al Maestro. Pedro lloró amargamente su deslealtad y falta de valentía. Él, que parecía tan seguro de sí mismo. Judas representa el misterio del mal. Le tocó el peor papel en el reparto. Para unos le perdió la avaricia. Temió que le echaran de la sinagoga y le confiscaran los bienes por ser discípulo del galileo. Para otros, no entendió que el reino del mesías fuera espiritual y no de este mundo. Puede que amara a Jesús, pero no creyó en él.

Poncio Pilato es un personaje clave en este proceso. De él dependía la ejecución de la condena dictada por el Sanedrín contra Jesús. Roma había prohibido a los judíos ejecutar la pena de muerte por su cuenta. Desde el primer momento se puso de parte del acusado. Nunca creyó que fuera culpable. Despreciaba el fanatismo de los dirigentes judíos. Al final cedió, se lavara o no las manos, por miedo a un motín y a que Roma lo destituyera. Su pecado fue la cobardía. Y queda Herodes, un reyezuelo débil, corrupto, adúltero, con fama de supersticioso, responsable de la muerte de Juan Bautista. Jesús, que le había llamado «zorro», prefirió no dirigirle la palabra.