Opinión
Embustes y berridos
Después de haber visto el debate parlamentario y de haber atendido a discursos tan vacíos de contenido como llenos de palabras mentirosas, he estado a punto de salir al balcón a cantar un chotis e incluso bailarlo sobre un ladrillo, para disfrute –es un decir–del personal. En estos días de justificaciones permanentes, de acusaciones poco fructíferas, de ruedas de prensa censuradas y de noticias falsas, si alguien se queja –que lo hacen con razón– de que todos hemos sacado al Asuracenturix, el bardo de la aldea gala de Asterix que llevamos dentro (Zanón dixit), pues, oigan, que se aguanten. Desafinaremos y llenaremos las calles y las redes de interpretaciones insoportables, pero al menos, haciendo caso al refrán, trataremos de espantar nuestros males. De sacudirnos el miedo a la incertidumbre y el hartazgo que nos provocan las alocuciones de nuestros parlamentarios, repletas de intereses particulares y desiertas de esperanza para una España devastada, a la que Europa no parece tener intención de ayudar y que solo levantarán, como siempre, los talentos de tantos españoles de a pie. Aunque los que debieran no den ejemplo
–que no lo harán– es hora de olvidarse del color de las ideologías y de las corbatas y salir a la calle dispuestos a todo o quedarse en casa con la misma convicción. Y trabajar fuera o telebrabajar dentro, poniendo lo mejor de cada uno, para intentar escapar de este agujero negro en el que nos ha colocado el Covid-19. Y si para ello precisamos destrozar el tímpano de nuestros vecinos y animarnos cantando por enésima vez «Resistiré» pues ya saben, no se priven. Mejor los berridos de los amigos que los embustes de los políticos, en cualquier tono de voz.
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