Opinión

Los mercaderes de la peste

Comencé mis artículos durante esta larga y dura etapa marcada por el cruel coronavirus con una referencia a la obra de Albert Camus «La peste», novela con referencias plenamente predicables a lo que estamos viviendo en la actualidad. Nos encontramos muy al principio de la obra con la siguiente reflexión: «nuestros conciudadanos, continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste, que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas». Camus no podía prever a pesar de su desbordante inteligencia el uso de la Red, es más, en la obra se refiere a la restricción del uso del teléfono para los ciudadanos, debiendo acudir al uso del telegrama como medio de comunicación. Más adelante hay un diálogo entre dos personajes, Castel y Rieux, que nos acerca a lo ocurrido en la actualidad «–Hay los que tienen miedo y los que no lo tienen. Pero los más numerosos son los que todavía no han tenido tiempo de tenerlo–. ¿Se vigilan los entierros? –No, he telefoneado a Richard diciéndole que hacían falta medidas completas, no frases y que había que levantar contra la epidemia una verdadera barrera o no hacer nada». Este dialogo nos acerca ya a la actual tensión político-sanitaria entre los que ante una grave epidemia prefieren iniciales fases de contención para no generar alarma y los que proponen auténticas medidas de restricción desde el principio. En cualquier caso, sobre esto nos queda mucho tiempo para examinar lo que unos y otros han hecho. Pero en lo que sí debemos ponernos de acuerdo es en honrar a nuestros fallecidos y dignificarlos. Como he dicho en otra ocasión, este virus está siendo cruel especialmente con una generación, la generación que tanto ha hecho por conseguir el actual régimen de libertades y prosperidad que hemos vivido en los últimos cuarenta años, y no se merecen que algunos parapetados en falsas apelaciones a la unidad unidad y lealtad, arruinen su obra, llamando a insensatas nacionalizaciones o a una restricción del sector privado abusando de la actual situación de alarma. El dolor que hemos y vamos a sufrir, así como la pérdida de vidas humanas no puede ser utilizado deleznablemente por mercaderes ideólogos extremistas, por mucho poder político que ostenten en la actualidad.