Opinión

Gobierno de unidad

Si en algún momento de su historia reciente España ha necesitado un gran Gobierno de unidad, éste es el más claro de todos. Los que no lo ven están ciegos o perdidos en rencillas, intereses particulares y falsos prejuicios ideológicos, que en gran manera son la causa de la crítica situación en que nos encontramos. Oyendo estos días a los políticos de los distintos pelajes, uno se siente profundamente decepcionado. Lo mismo que rastreando las redes sociales. Es descorazonador. Unos y otros vuelven a las andadas como si aquí no hubiera pasado nada. No se han enterado de que, en esta primavera de 2020, todo ha cambiado. Nada será ya igual a partir de ahora durante mucho tiempo. El reto que tenemos por delante no está hecho para un Gobierno débil, minoritario, más ideológico que competente, que ha fracasado de forma clamorosa, según una amplia corriente de opinión pública, en la gestión de esta terrible crisis sanitaria, y que tiene la obligación moral y política , cuando llegue el momento, de dar cuenta de los miles de muertos. La pandemia del coronavirus marca ya inexorablemente el mandato del socialista Pedro Sánchez y amenaza con definir el reinado de Felipe VI.

Es una buena idea del presidente del Gobierno, porque a la fuerza ahorcan, el llamamiento a todas las fuerzas políticas, autonómicas, empresariales y sindicales a un gran pacto nacional, algo así como unos nuevos Pactos de la Moncloa, para afrontar la reconstrucción nacional tras el tremendo desgarro social y económico que nos espera. Ningún partido político debería ser cicatero. Todos tienen el deber de arrimar el hombro en las presentes circunstancias. Escama, sin embargo, que el presidente del Gobierno haya ignorado al jefe de la oposición a la hora de hacer frente al avance incontrolado de la mortífera epidemia. Pablo Casado podría pensar que Sánchez le llama ahora para que le saque las castañas del fuego y mantenerse así a flote en el poder, sin hacer siquiera autocrítica, aprovechándose de la extrema necesidad en que nos encontramos. Desde luego, si este gran pacto tuviera que ser administrado por el actual equipo gubernamental, completamente quemado o puesto en cuarentena, nadie arrendaría a nadie la ganancia. Así que lo razonable sería, en este momento excepcional, que este gran pacto nacional fuera administrado por un gran Gobierno también excepcional. Hace falta grandeza y generosidad. Está en juego el futuro de España. Hay suficientes herramientas constitucionales para ello, y el Rey es el encargado de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones.