Opinión

La «tontería» confinada

Además del confinamiento al que obliga el estado de alarma recluyendo a una gran mayoría de ciudadanos en sus domicilios como principal medida para evitar el contagio por el Covid-19, la emergencia nacional también ha acabado por mandar a casa –al menos de momento– a mucha «tontería» política reflejada en ese elenco de dislates propios de la sinrazón sectaria de algunas ideologías, que nos han venido martirizando durante los últimos tres años en forma de órdago secesionista en Cataluña, mesa de negociación de igual a igual entre estado e independentismo, lenguajes inclusivos, leyes no natas de libertad sexual, relatores, chantajes al gobierno presupuestos de por medio o promesas de ríos de leche y miel en boca de la izquierda podemita. Con la que nos ha caído, inimaginable tiempo atrás para cualquier nacido de madre en este país, con la sociedad apretando los dientes en una batalla que con toda seguridad le ganaremos al coronavirus y con una clase política a la que –ahora sí– se le ha puesto de bruces frente a una auténtica hora de la verdad que mal gestionada podría mandarles a casa pero en este caso para siempre, la máxima es clara, al menos de momento –solo por el momento–: a mucho político de salón se le acabaron las tonterías. Esta crisis no solo va a confinar hasta nueva orden a políticos de tercera, sino que va a poner, para su evaluación por parte de la historia y de los españoles cuando todo haya pasado, a más de un supuesto liderazgo de cartón piedra fabricado para los tiempos del circo político y las performance, pero también a nombres y apellidos de líderes de los que nunca habríamos sabido de no planteársele al país un verdadero órdago a la grande. Las cosas ya no volverán a ser las mismas después de estos meses de lucha. El independentismo catalán debería quedar mucho más acotado en el marco de sus contradicciones ante cualquier gobierno que se considere mínimamente serio y ante la que se avecina en lo económico… al menos debería. También el propio separatismo habrá de pasar su particular prueba del algodón en la gestión de esta crisis. Otro tanto ocurrirá con la relación entre los actuales socios de un gobierno concebido de inicio para escenarios claramente distintos y más encaminados a la escenificación de golpes de efecto, dádivas y clientelismos. El Covid-19 hasta puede llevarse por delante, si las cosas no encajan, al matrimonio político de conveniencia más evidente de nuestra historia reciente. Pero será sobre todo la manera de hacer frente a la recesión y la brutal crisis económica lo que retratará a un gobierno que como todos los de izquierdas se muestra más ducho en el gasto manirroto que en la aplicación de medidas tachadas de impopulares, ya saben, esas que solo adopta la derecha cuando acaba la fiesta y hay que recoger vasos y platos. El «bicho» se está llevando muchas cosas por delante, pero también está agudizando el olfato de mucho ciudadano desmemoriado. Tal vez cuando todo pase algunas «milongas» no cuelen y algún que otro farsante se vaya a casa con su particular «tontería».