Opinión

¿Hacia Venezuela?

En contra de lo que se repite frecuentemente, el régimen venezolano no fue una creación de Castro. Es una dictadura mucho más inteligente, sutil, elaborada que la cubana siempre tan mostrenca. La razón fundamental es que fue diseñada por profesores de la universidad de Valencia para establecer una dictadura con apariencia de democracia porque permitiría algo de libertad de prensa, la existencia de algunos partidos de oposición e incluso que éstos gobernaran algunos municipios o estados. Semejante dictadura se sustentaría en el respaldo electoral de amplios sectores de la población comprados con cajas de comida y en una oposición desnortada más preocupada por conservar alguna cuota de poder que por el bien común. Desde hace semanas, no dejo de pensar que España camina a pasos agigantados hacia el modelo venezolano. Me cuesta no pensarlo con un estado de sitio real disfrazado de estado de alarma falso; con un gobierno que se jacta incluso de vigilar a los que lo critican por hacerlo rematadamente mal; con una carta del PSOE a sus militantes para que vigilen en las redes sociales a los opositores; con decretos que lo mismo legitiman la okupación que abren camino a que tres millones de españoles se arrastren ante este Gobierno para llevarse un pedazo de pan a la boca y con un proceso penal en manos de unos fiscales que obedecerán militarmente lo que les diga la Lola, la mujer que, según el juez Garzón, bebía de su copa. Por supuesto, seguirá habiendo elecciones. Incluso es posible que dejen abierto este periódico y algún otro. Hasta los partidos políticos seguirán igual que siempre porque hay que ser muy brutos para ilegalizar a VOX. Sin embargo, el modelo será bolivariano. La acción de la justicia contra la ilegalidad y el despotismo resultará bloqueada; habrá chequistas que vigilen incluso si no se sale al balcón a la hora adecuada y sólo veremos las fotos del coronavirus en Nueva York –donde se llegó al pico hace más de quince días– pero jamás las de los cadáveres españoles dentro y fuera de las residencias de ancianos. Mientras tanto se limitarán más las libertades recortadas durante años; la propiedad de los ciudadanos carecerá de garantías porque, como escribí hace años, las acciones de Montoro nos habían acercado a la dictadura hasta límites indecibles y la ley de eutanasia permitirá eliminar a los «prescindibles». Entonces habremos llegado a Venezuela.