Opinión

Rescates a tutiplén

Es raro esto de los rescates. Siendo buenos, la derecha está orgullosa porque el último Gobierno del PP «evitó el rescate». Pero Barbie subió los impuestos y la deuda pública: lo que en verdad evitó fue bajar el gasto; de haberlo hecho, los españoles no habrían sido castigados con un sablazo fiscal, pero Barbie temió que le perjudicaría; se rescató políticamente a sí mismo, fingiendo que nos rescataba a los demás.

Warren utiliza el rescate, aunque afirma que es estupendo. En realidad, es tan tramposo como el del PP. La cantinela progre es que la derecha rescató a los bancos, y la izquierda rescata a la gente. Mentira. La derecha, como acabo de señalar, se rescató a sí misma, y en el campo financiero lo hizo con las cajas, es decir, con la banca pública. En cuanto a la izquierda, presume de «no dejar a nadie atrás», y deja atrás un tendal. En efecto, sus políticas intervencionistas en los mercados y de gran expansión del gasto público infligirán a las trabajadoras españolas el mayor castigo de nuestra historia reciente en términos de paro, impuestos, y pérdida de derechos y libertades. Los políticos, esos socialistas de todos los partidos, desarrollan actualmente una doble estrategia. Por un lado, nos aseguran que nos van a rescatar aumentando el gasto y la deuda pública. Estamos en una guerra, dicen, y en todas las guerras se dispara el endeudamiento. En términos generales, es un truco, porque la deuda no es económicamente neutral. En términos particulares, también lo es, porque los listillos como Warren anhelan centrifugar su responsabilidad a la hora de gastar, trasladándole parte del coste al resto de Europa: lo llaman «solidaridad», otro camelo de la neolengua progresista; o también «deuda perpetua», un muy antiguo y delicioso oxímoron que significa una deuda que no piensan pagar jamás.

Y, por fin, alegan que van a rescatar empresas, nacionalizándolas. Lo explicó ayer Josep Borrell en «Más de Uno» con Carlos Alsina en Onda Cero. Lo hacen los norteamericanos y los alemanes, «que no son chavistas» (una excusa típica), y por tanto, lo haremos nosotros: nacionalizaremos empresas, «para que no quiebren». Es un magnífico rescate con su dinero de usted, señora, algo que ni Borrell ni nadie respeta. Dijo que el Estado rescatará a las empresas a cambio de quedarse con ellas: «¿o prefieren que les regalemos el dinero?», preguntó con sarcasmo, y en primera persona del plural, como si el dinero fuera suyo. El coste nunca les importa a estos rescatadores, y no solo el coste para las contribuyentes, sino para los miles de pequeñas empresarias que se irán a la ruina porque, demás está el decirlo, toda esta juerga benéfica de los rescates siempre tiene lugar entre los políticos y las grandes empresas.