Opinión
Armisticio
Asistimos a un desbordamiento de la crítica política. Por principio, ésta, como dice Baudelaire, acostumbra a ser parcial, apasionada, hecha desde un punto de vista exclusivo; pero para que pueda considerarse justa ha de ser una crítica que sirva para abrir horizontes, no para cerrarlos. Lo que siempre se ha llamado crítica constructiva. Esto es más necesario cuando, como ocurre ahora, el horizonte es, ya de por sí, cerrado y oscuro, no sólo por la incertidumbre sobre la evolución y duración de la peste que nos asola, sino también por el desastre económico que acarreará la pandemia, cuyos efectos empiezan a notar ya muchas familias. Se siente el temible frescor de la nube del pedrisco. La gente tiene miedo por lo que viene y rabia por lo que ha pasado. Demasiados muertos, demasiados fallos, demasiadas improvisaciones, demasiada oscuridad oficial. La crítica desaforada incendia las redes sociales y los medios menos gubernamentales, y amenaza con incendiar las ventanas y los balcones. Me parece que eso no lleva a ninguna parte.
La actitud del Gobierno para sofocar el descrédito que se le viene encima ha sido, en vez de responder con autocrítica y transparencia, la de amenazar a los medios más agresivos, con el pretexto de la proliferación de bulos, e ignorar y criticar a la oposición, a la vez que le solicita su apoyo incondicional. Sus terminales mediáticas no pierden ocasión, en pleno desconcierto gubernamental, de arremeter rutinariamente contra el jefe de la Oposición, Pablo Casado, cuyo comportamiento en esta crisis está siendo ejemplar, casi impecable. Esta actitud de La Moncloa y sus acólitos tampoco conduce a nada. Alienta el malestar y emponzoña más el ambiente. Así que, si queremos salir por nuestro propio pie de esta difícil encrucijada, no queda más remedio que reconsiderar el comportamiento crítico de unos y de otros. Habría que dar un cierto descanso al pensamiento dialéctico. Ya habrá tiempo de pedir cuentas. Ahora lo urgente es unir fuerzas y restablecer un mínimo de confianza entre el Gobierno y la Oposición y entre el mundo político y la calle.
Observadores independientes, que venimos siguiendo de cerca la evolución política de España desde la muerte de Franco, estamos convencidos de que, en las presentes circunstancias, las más oscuras y peligrosas desde la guerra civil, es imprescindible un gran proyecto nacional con un gran Gobierno de unidad, bien acogido en Europa, formado por socialdemócratas, democristianos, conservadores y liberales. Para ello, sin renunciar a la crítica constructiva, la que abre horizontes, convendría ir pensando ya, antes de que todo salte por los aires, en un armisticio.
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