Opinión
Pedro, o Iglesias o Europa
Decía sobre sí mismo Felipe González durante su última etapa en la Moncloa y atisbándose ya el ocaso de sus casi 14 años en el poder, que al mismo tiempo era solución y también problema. Pedro Sánchez, sobre su pareja política de conveniencia, el vicepresidente Pablo Iglesias, debe de estar pensando algo parecido. El líder podemita es la llave maestra para la continuidad del presidente en la Moncloa, pero a la vez el primer y gran problema a la hora de poner en marcha las políticas realistas y con altura de miras que demanda la grave situación por la que atraviesa el país, sobre todo de cara a una Europa muy pendiente de la fiabilidad política de esos a quienes como España y llegado el caso habrá de cursar ayudas económicas vitales. Una situación inimaginable aquella mañana de noviembre en la que ambos líderes se fundían en el más forzado de los abrazos con una previsión muy distinta al cuento de miedo que ahora vivimos. Me apuntaba esta pasada semana un veterano ex eurodiputado español –socialista para más señas– que eso de señalar a enemigos exteriores en forma de holandeses, belgas, suecos o alemanes insolidarios tiene un limitado recorrido. Mas bien conviene –me apuntaba este ex dirigente– ponerse en la piel del contribuyente de a pie de cualquiera de estos países en principio «donantes» y preguntarle, no tanto por la gestión de la crisis del Covid-19 por parte de gobiernos como el nuestro, sino por la actitud y aptitud de socios preferentes como Podemos, cuya propuesta política alineada con el reparto de dádivas y alejada de los rigores impuestos por la estabilidad económica europea vienen a recordarles a aquella poco fiable Grecia de los primeros rescates, anterior a esa otra Grecia ya con los pies en el suelo marcada por el «antes y el después» de la marcha del díscolo histrión Varoufakis.
Cuando se trata de «tirar de la chaqueta» a la responsable e impertérrita Europa conviene tener garantizada la realización de unos cuantos deberes en materia no solo económica sino también política y eso hoy, ayer o mañana pasa por garantías como la de un mínimamente sólido consenso entre las grandes fuerzas sumando una incontestable mayoría que no tenga precisamente «tics» bolivarianos o al menos no se dedique a la siempre fácil venta de humo. No es necesario viajar en el tiempo hacia los pactos de la Moncloa, basta con contemplar el acuerdo de estado entre el ex presidente Rodríguez Zapatero y Rajoy en la oposición hace diez años, para acotar el techo de déficit vía reforma constitucional. Hoy, con el panorama en ciernes, Sánchez sabe del desplome del PIB, de la incertidumbre de los inversores y de las dificultades recaudatorias que se avecinan para poder pagar incluso lo más básico y tal vez por ello contempla como mucho más necesario el acuerdo con Casado a quien tan solo hace semanas ni se llegaba a llamar por teléfono. Esa es la encrucijada o si prefieren el dilema de un presidente en apuros, o el «cariño» de su socio…o el clavo ardiendo de Europa.
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