Opinión

Día del no trabajo

Los sindicatos sólo podrán celebrar hoy que en el Gobierno se sienta una ministra de Podemos. Los liberados saldrán a la calle o a los balcones. La mayoría de ellos no se ha presentado por los hospitales. Gajes del oficio. No se puede mantener el puño en alto y colocar un respirador a la vez. Parece mentira, pandilla de fachas que penséis que sí se puede. Así que llega el momento de su desescalada. El de hoy será jornada de picnic en coche. La «clase obrera» motorizada hará ver que el siglo XXI es una distopía que no va con ella, una mani telemática sería más real y más «cool», pero los sindicatos siguen en su línea «vintage» como en un cuento de Dickens, niños con marcas de hollín y esclavos de la época de «El hombre elefante». Los últimos datos del paro preconizan un paisaje aterrador. Más que fiesta, es día de duelo. Por las otras víctimas que dejará la pandemia, entre otros, los autónomos que no pueden abrir sus negocios. Millonarios que no conocen la solidaridad. Ya es mala suerte que el sueño revolucionario se encontrara con una pesadilla. Iglesias decía que amplificar la miseria es un acto político. Tendrá ocasión para demostrarlo si es que piensa que esa estrategia es válida para su Gran Hermano. En su espejo se refleja la imagen deformada de Armagedón. La cola de parados con mascarilla nos apuñalará el estómago y se nos quitarán las ganas de aplaudir al viento, de cantar consignas imbéciles de anuncios de Navidad, esta perpetua fiesta familiar en la que se nos pasa el turrón. Ahora llega la otra curva y el efecto rebote de la «Operación biquini». Debajo de los adoquines está la playa. Es lo único que nos quedará. Un mar de dudas.