Opinión
Conversaciones en la red
Traigo hoy aquí lo que piensan un destacado exministro, ingeniero y catedrático de Economía, y un embajador de España, de larga y destacada trayectoria diplomática. Ninguno de los dos es precisamente un extremista. Son personas con experiencia y buen juicio. Las conversaciones se desarrollan por «guasap». «Esto – me escribe el exministro– debería conducir a un Gobierno de salvación nacional o de unidad, como tú propones y que acaba de proponer también Macron en Francia; pero ¿es posible que el Partido Socialista se desprenda aquí de sus actuales adherencias?». «Más que el partido, –le apunto– el problema es Sánchez». «Es que –continúa– la crisis económica que viene nos va a llevar a una pérdida del 25 por ciento del PIB, y paro… ni te cuento. Tenemos en puertas una revolución social, eso creo…» «Necesitamos –le digo– un Gobierno experto para que el barco no vaya a la deriva. El Rey, en una circunstancia tan peligrosa y excepcional, ¿está apurando sus competencias constitucionales?». «No sé qué puede hacer –responde–. ¿Podría hacer una declaración sugiriendo un gran Gobierno de concentración sin indicar partidos? Tiene su riesgo…» «Quizás debería arriesgarse –me atrevo a sugerir–. Arbitrar, reunir, convencer…, no sé. De esta decisión depende su reinado y puede que el futuro de la Monarquía». Y él concede: «Sí, sin duda».
El diplomático acaba de superar el coronavirus. Pero eso no rebaja su preocupación por lo que está pasando. Lo encuentro cada día más crítico con la situación política. «En Europa –me dice– están muy preocupados con la presencia e influencia de los comunistas en el Gobierno español, un caso único en Occidente. Hablo constantemente con embajadores, amigos míos, y sé muy bien lo que piensan. Así a España le va a ir muy mal, le va a resultar imposible salir adelante». Le preocupa sobremanera el quebranto de las libertades públicas causado por las medidas excepcionales contra la pandemia, sobre todo las amenazas a la libertad de expresión. «Pablo Iglesias –denuncia–, cada vez con más influencia en el Consejo de Ministros, no oculta su marxismo-leninismo. No es un demócrata. No cree en esta democracia, que los comunistas llaman “formal”. Quiere aprovechar la crisis que viene para intentar un proceso revolucionario que liquide, paso a paso, el actual sistema democrático. Ya ha empezado a mostrar sus cartas: crítica y control de la Justicia, control de los medios de comunicación y ataques a la Monarquía. Lo sorprendente es que el Partido Socialista no se dé cuenta de lo que pasa, o lo consienta y mire para otro lado». Así de enrarecido está el ambiente.
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