Opinión
Única lección económica
En una viñeta de Caín aquí en LA RAZÓN, se veía a Karl Marx, que protestaba: «¡Déjenme descansar! Ya está bien de recurrir a mí para explicar el mundo».
Caín me hizo evocar las deficiencias del pensamiento antiliberal, que vemos reflorecer. Dos clásicas son la suma cero, es decir, la incapacidad de comprender cómo se genera la riqueza, y la fatal arrogancia de pretender conocer las leyes de la historia.
La visión contraria es la liberal. Desde Adam Smith, el liberalismo plantea que los países prosperan por las relaciones voluntarias del mercado, en un contexto institucional de relativa libertad, justicia y paz. Los liberales desconfían de los magnos proyectos de ingeniería social, que pretenden reorganizar la sociedad de arriba abajo.
El periodista norteamericano Henry Hazlitt condensó el pensamiento liberal en su clásico «La economía en una lección» –hay versión española en Unión Editorial–. Esa única lección consiste en analizar la economía con cautela y prudencia, atendiendo a todas sus interrelaciones; no fijarnos en un solo sector sino en todos; no en el corto plazo solamente, sino también en el largo plazo; no en una sola opción sino en otras alternativas posibles.
Pues bien, la crisis nos muestra, una vez más, que esa única lección ha sido olvidada. Pongo dos ejemplos que leí en el diario «El País». Un titular: «La UE planea doblar su presupuesto para financiar la reconstrucción. Bruselas quiere elevar el techo de gasto al 2 % de la renta nacional bruta, una cifra récord». Si hubieran aprendido la lección de Hazlitt, habrían matizado su entusiasmo, porque el otro lado del gasto público son los impuestos, y no cabe analizar la «reconstrucción» debida al mayor gasto sin tomar en consideración la «destrucción» de las haciendas privadas provocada por la mayor presión fiscal.
Otro texto: «Hay que replantear si la ciencia puede estar supeditada al beneficio privado». Aquí la lección de Hazlitt aconsejaría ver las opciones que abre esta recomendación. Si la ciencia está desvinculada del sector privado y su rentabilidad, podrá estar en el sector público. Habrá que preguntarse cómo funciona allí, cuál es su eficiencia, su coste y sus resultados. También habrá que pensar si, en ese caso, no estaría «supeditada» a alguien.
Nunca es tarde para que aprendamos. Confío.
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