Opinión

El Divino

En lecturas del confinamiento, me acerqué a la figura de Ricardo Zamora, conocido como «El Divino», el mejor cancerbero hispano de todos los tiempos (con permiso de Iribar), pero con toda seguridad el jugador de fútbol más querido y reconocido por todos los españoles. Todo empezó en el ya lejano año de 1920 se constituyó por vez primera la Selección de fútbol de España para participar en los Juegos Olímpicos de Amberes, y un jovencísimo portero se convirtió en la figura del equipo hispano, logrando aquella selección nacional la medalla de plata de los juegos y que durante décadas sería el título más relevante alcanzado por el fútbol español, empezaba el inicio del mito de la «Furia Española», y Zamora su elemento más representativo. Considerado el primer crack del fútbol español, en su honor se instituyó en 1959 el «Trofeo Zamora», que premia al arquero menos goleado cada temporada en el fútbol español, estrella rutilante del firmamento deportivo se convirtió en uno de sus mayores mitos de la historia del deporte y probablemente el ideal competitivo para muchos jóvenes, famosa era la frase que coreaban al unísono todos los escolares de la época: «Uno a cero, y Zamora de portero». Perico desde la más tierna infancia, fichó por el Espanyol con sólo 15 años, el club de su vida, pero un enfado con la directiva le hizo firmar por el «F.C. Barcelona», jugando como azulgrana durante tres temporadas y con los cuales consiguió, en 1920, su primer título, la Copa del Rey. Zamora, volvería al Español donde permanecería ocho años, para fichar por el Real Madrid, que le contrató en 1930, siendo el fichaje más caro de nuestro fútbol durante varias décadas, con el que ganó dos Ligas y dos Copas. En Madrid se implicó en la vida cultural, y se inició en el mundo del periodismo y de las tertulias. Hombre comprometido, no se escondía de su ideología derechista, colaborador habitual del diario católico «Ya», fue acusado de «fascista» por los populistas comunistas y separatistas, a raíz de un homenaje que le hicieron en Madrid, en junio de 1936, y que terminó su discurso con un contundente «Visca Espanya¡¡», allí mismo un periodista recriminó a gritos que no pronunciase también un «Viva la República¡¡», a lo que Zamora se negó. En verano de 1936, días después del levantamiento militar, fue detenido por milicianos de izquierda y trasladado a la cárcel Modelo donde le esperaba una muerte segura, como les ocurrió a miles de personas detenidas en la prisión madrileña y extraídas en sacas para ser asesinadas en Paracuellos del Jarama. Preso en Madrid, hubo un gesto de decidido apoyo durante el partido amistoso disputado por las selecciones de Valencia y Cataluña el 18 de octubre de 1936, cuando los dos capitanes, rogaron clemencia al presidente de la Generalitat Lluís Companys, cuya repuesta fue el desprecio hacia Zamora y la condena a una muerte segura. Pero la fortuna salvó su vida al cruzarse en su camino el escritor Luis Gálvez, un anarquista malagueño, que le liberó de la cárcel, huyendo a la España nacional. Retirado del fútbol, fue un reconocido entrenador y falleció a los 77 años en su Barcelona natal.