Opinión
Sánchez, el ruletista
Pedro Sánchez está jugando a la ruleta rusa. A mí me recuerda al personaje del cuento de «El Ruletista» de Mircea Cartarescu. Cada vez mete una bala más en el tambor del revólver antes de acercárselo a la sien entre la expectación general. Acompaña la función el ruido de las cacerolas al anochecer, que se extiende por todo el país como una tormenta peligrosa que se acerca amenazadora. Hasta ahora el ruletista Sánchez ha superado milagrosamente la prueba, pero pocos dudan de que, al fin, borracho de poder, morirá de un infarto una noche de estas cuando un adolescente intente atracarle en el callejón con una pistola de juguete. O sea, morirá víctima de su propio miedo.
En la sesión del miércoles metió en el tambor del revólver, antes de llevárselo a la sien, la bala de Bildu, que, junto a la de Ciudadanos y a la de Podemos –ésta, fija–, aumentaba peligrosamente el riesgo de morir en el intento. Pero el ruletista Sánchez sobrevivió por los pelos entre el aplauso emocionado de los suyos y el ruido creciente de las cacerolas, golpeadas por los que han apostado en su contra. Con Rivera, no; pero con Arrimadas, sí. «Con Bildu no vamos a pactar; si quieres, lo digo veinte veces», y ya ven. Con Iglesias en el Gobierno, Sánchez no podría dormir, y miren. Lo suyo no es la palabra. Lo suyo es la ruleta rusa.
La completa derogación inmediata de la reforma laboral del PP pactada por Lastra –verdadero lastre del PSOE– con Bildu y Echenique –otro que tal– provocó un terremoto, como el que cuenta Mircea Cartarescu, que libró al ruletista de la muerte segura en el último momento. Hubo que rectificar a medianoche, en la hora bruja de las apuestas, antes de que la cosa llegara a mayores, lo que provocó el cabreo desatado del revolucionario caribeño Pablo Iglesias. La pobre Inés Arrimadas, de Ciudadanos, no sabía dónde meterse cuando se enteró de lo de Bildu. Los del PNV, con las elecciones en puertas, se pusieron nerviosos. Los ministros sensatos del Gobierno –los que saben echar cuentas– se llevaron las manos a la cabeza y amenazaron con coger la puerta. Los empresarios y los altos responsables de Bruselas advirtieron de que era una locura. Pero es que ninguno de ellos conoce al presidente. Aún no se han enterado de que su afición favorita, entre el asombro general, es la ruleta. Pablo Iglesias le carga la pistola y Sánchez juega a la ruleta rusa con España.
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