Opinión
Inquietantes corrientes subterráneas
El Covid-19, además de miles de vidas, se va a llevar otras muchas cosas por delante. Pero sobre todo atisba la amenaza para el poder establecido de algo que no es tangible, que no puede testarse en el día a día de los seguimientos demoscópicos, que escapa a estrategias políticas y que no se somete, ni al análisis ni al control de los grandes gurús del marketing. Algo mucho más relacionado con la espontaneidad, con un inesperado y sorprendente «hasta aquí hemos llegado», de esos que de tarde en tarde surgen en el seno de sociedades teóricamente anestesiadas. En España, las últimas semanas marcadas por la tragedia de miles de vidas segadas por la pandemia y las primeras consecuencias de un elenco probablemente más amplio en el ámbito económico, con millones de ciudadanos confinados, cambiando sus hábitos de vida, sometiéndose a ERTES que en muchos casos todavía no han cobrado y con el futuro suyo y de sus hijos en el alero podrían estar moviéndose unas, todavía poco perceptibles, silenciosas y no visibles corrientes subterráneas que aún no han canalizado su salida a la superficie, pero que en cualquier momento, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, pueden hacer reventar todos los esquemas sociológicos y políticos. Hay movimientos telúricos que no reflejan las encuestas y por lo tanto escapan al manejo de los estrategas acostumbrados a interpretar datos contantes y sonantes como la encuesta publicada por este periódico hace dos días en la que el PSOE de Sánchez pierde casi ochocientos mil votos con la crisis del Covid –millón y medio en un año si contamos la sangría materializada en los últimos comicios generales a pesar de la victoria– unos movimientos para los que –esperemos que no– puede estar fermentándose un adecuado caldo de cultivo en nuestro país. La experiencia del 15-M sorprendió a propios y extraños avanzando firme como el casco de un rompehielos a raíz de la crisis de 2008 y acabando con cualquier esperanza del entonces PSOE de ZP de mantenerse en el poder. En Chile, una simple subida de tasas universitarias supuso el detonante de una auténtica explosión de descontento social en la calle. En Túnez la «primavera árabe» apareció cabalgando a lomos de descontentos sociales ni testados ni detectados por casi nadie semanas atrás y en Francia sin ir más lejos, la aparición de los «chalecos amarillos» no solo no fue flor de un día, sino que llegó para quedarse, obligando a Macron a cambiar gran parte de sus esquemas económicos ante una fuerza desconocida que le empujaba hacia el vértigo del abismo. España es hoy un país en el que la melancolía se trufa con el miedo a lo desconocido, la incertidumbre y el cabreo general y eso a veces no se refleja en el «rasca y gana» del CIS de Tezanos. Ergo, mucho ojo con las traicioneras e invisibles corrientes subterráneas. Pueden arrasar con todo.
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