Opinión
La mentira, pilar del Estado
La mentira en boca de los políticos está destinada a engañar al pueblo y alcanzar el poder o, más frecuentemente, mantenerse en él a toda costa una vez alcanzado. Es la prueba más concluyente de la perversión de un sistema democrático o la demostración de que rige allí un régimen más o menos totalitario. Alexander Solzhenitsyn denunció esto con claridad y contundencia en una carta a los dirigentes de la Unión Soviética: «Hacernos tragar mentiras de un modo omnímodo y obligado es el aspecto más agonizante de la vida de nuestra patria, peor que todas las miserias materiales, peor que cualquier carencia de libertades públicas». Y en unas declaraciones a «The Observer» el escritor ruso acusaba sin pelos en la lengua: «En nuestra patria la mentira ha llegado a ser no sólo una categoría moral, sino un pilar del Estado». Hoy en España no hay intelectuales con la categoría moral de Solzhenitsyn capaces de denunciar valientemente los engaños y las mentiras flagrantes de los poderes públicos.
A juzgar por las acusaciones de los dirigentes de la Oposición, lanzadas en sede parlamentaria contra el presidente del Gobierno, calificándolo sistemáticamente de mentiroso sin que se le altere en el banco azul un músculo de su cara, y contra algunos de los ministros, cuya única respuesta es que ellos tienen el respaldo del presidente y no van a dimitir, podemos llegar a pensar que, también entre nosotros –tradicional país de pícaros y de trileros– la mentira se ha convertido con el actual Gobierno «progresista», o lleva camino de convertirse, en una categoría moral y un pilar del Estado. Si esto es así, como parece, tenemos un grave problema. En ningún país democrático de nuestro entorno podrían seguir formando parte del Gobierno ni un día más el ministro del Interior, Grande-Marlaska, por el caso de la Guardia Civil, ni José Luis Ábalos, ministro de Transportes, por la recepción en Barajas a la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, no tanto por los hechos en sí, ya de suyo de extrema gravedad, como por haber mentido en sede parlamentaria con el amparo del presidente Sánchez. Éste, como digo, es acusado un día tras otro de engañar por sistema a todos, empezando por el electorado, al que prometió que no pactaría con Podemos ni con los separatistas, y ahí lo tienen. ¡Cómo se van a fiar de él en Europa cuando más falta hace la confianza! Y, sin embargo, me parece que sólo Europa y los jueces pueden sacar a España del atolladero.
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