Opinión
“La Nueva Normalidad y el camarote de los hermanos Marx”
Hay un intento de dinamitar la Constitución que empezó el 15-M, se sufrió con el intento de ruptura del independentismo catalán y lo certificó alegremente el pasado miércoles el Notario Mayor del Reino en sede parlamentaria
El término Nueva Normalidad me resulta distópico. No puede sonar más indeseable e inquietante, pero la impresionante capacidad propagandística del Gobierno ha conseguido convertirlo en un término de uso común. Me pasa lo mismo con la imposición del Estado de Alarma, tanto me da que lo hubiera aplicado el PP, y las charlas semanales del presidente del Gobierno. No fue difícil interpretar los elogios de Felipe González a Merkel al decir que «habla poco y corto y uno puede afirmar, me la creo.
La capacidad de crear confianza y crédito define más que nunca el liderazgo», como una censura a la plúmbea vocación presidencial como telepredicador. El nivel de influencia del expresidente en Sánchez es similar a la que tiene Abascal. Es decir, le importa un pepino. La Nueva Normalidad Política es una máquina que tritura el pasado. Los líderes se rodean de unas camarillas que jalean fervorosas cualquier idea y ocurrencia.
Nunca he sentido un gran fervor por Felipe González porque cometió el error de no retirarse a tiempo. Moncloa genera una especie de borrachera de poder que disocia de la realidad y hace que sus inquilinos se crean infalibles. Zapatero es el que lo llevó mejor e incluso tuvo la lucidez de comprender que la crisis provocaría que el PSOE sufriera una catástrofe electoral. Por ello, preparó con antelación un tránsito elegante hacia el PP.
Lo malo es que aquella crisis y el 15-M consolidó el populismo en la izquierda, pero esa enfermedad se transmitió luego al centro derecha y al conjunto de la política española. Hoy tenemos un gobierno de coalición social-comunista que parece, como dijo González, el «camarote de los hermanos Marx». La realidad es que también lo es el Congreso y el Senado. La Nueva Normalidad significa que nos tiene que parecer lógico que Ciudadanos apoye a Sánchez mientras recibe el desprecio y las críticas de los socios preferentes del PSOE.
Los errores en la gestión de la crisis del covid se tradujeron en la falta de materiales y no advertir el impacto de la pandemia en China e Italia o ignorar cómo se reaccionaba en Corea del Sur o Taiwán. Ahora tenemos encima una catástrofe económica. Es verdad que la propaganda conduce a una sociedad dopada por los ERTE y el nuevo ingreso mínimo vital, que se suma a otras subvenciones destinadas a garantizar la necesaria paz social, donde muchos están convencidos de que llegará el maná europeo y esta Nueva Normalidad Económica nos retrotraerá a antes de la pandemia.
Lo lógico sería que la reconstrucción del país se realizara con el concurso del PP, para lo cual estaría bien no machacarlo tanto desde el Gobierno y sus aliados, pero se pretende que sea con el apoyo de aquellos que quieren destruir España y quieren un proceso constituyente para acabar con el régimen del 78. Es un insulto a la inteligencia, pero es lo que hay.
Esta Nueva Normalidad Política se siente muy cómoda con la paz social que comporta tener a Podemos en el Gobierno, ahora felices en el sistema y con Garzón alardeando del fracasado y criminal comunismo; con algunas comunidades inquietas con recuperar las competencias, porque en la oposición siempre se vive mejor; y usando el real decreto ley para hurtar el incómodo debate parlamentario. Es interesante leer y escuchar lo que dicen los miembros del Gobierno y sus altos cargos porque parece que tengan una mayoría no absoluta, sino absolutísima.
Al final, tres meses de injustificable excepcionalidad han sido un desastre político y han servido para que se imponga una concepción de izquierda radical, apoyada fanáticamente por sus seguidores, que hace imposible los pactos que han existido desde la Transición hasta la triunfante moción de censura. Ahora todo vale, a izquierda y derecha, en un perturbado y perturbador debate político de trincheras.
Hay un intento de dinamitar la Constitución que empezó el 15-M, se sufrió con el intento de ruptura del independentismo catalán y lo certificó alegremente el pasado miércoles el Notario Mayor del Reino en sede parlamentaria. La dependencia de Sánchez de las formaciones independentistas es, simplemente, una tragedia nacional. A esto se une que los comunistas marcan el paso porque es un gobierno de Sánchez e Iglesias, que durará lo que este último quiera. Es bueno no perder de vista esta realidad.
La fragilidad del socialismo hace que la Nueva Normalidad Política sea igual de angustiosa que la Económica. Estoy convencido de que será una legislatura larga porque a los socios de la moción de censura les interesa un gobierno débil. Hasta la crisis económica es una buena argamasa para mantenerlos unidos. No les iría nada bien un adelanto electoral con una tasa de paro del 25 por ciento, un déficit público de 15 por ciento y un endeudamiento galopante.
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