Opinión
El dragón de dos cabezas
Como hemos comentado, la única preocupación que la expansión china tradicionalmente venia causando al resto del mundo era la comercial. A ella se unió posteriormente la intranquilidad financiera al aumentar enormemente sus reservas en dólares y empezar a manipular su moneda. Pero en estos tiempos de co-19 está emergiendo un nuevo recelo: las capacidades militares con que se está dotando China y la incertidumbre acerca de sus intenciones. La mayoría de los europeos estamos todavía contemplando únicamente la dimensión económica del dragón; pero en los actuales desunidos Estados Unidos existe un raro acuerdo general sobre la conveniencia de frenar económica y militarmente la expansión china. China invierte en sus Fuerzas Armadas unos 260.000 millones de dólares anuales; los EEUU unos 730.000, es decir bastante más del doble. Los norteamericanos tienen cerca del millón y medio de efectivos –todos profesionales– y China 2,2. Pero China concentra sus fuerzas cerca del territorio nacional y sus accesos marítimos mientras que los EEUU tiene desplegados unos 200.000 efectivos, de ellos 78.000 en el Indo Pacifico (principalmente en Japón y Corea del Sur), unos 35.000 en Europa, 6.000 en África y unos 60.000 en Oriente Medio. Es decir que poco menos de la mitad del notable esfuerzo militar norteamericano está preparado para contener a China. En todo caso la superioridad en efectivos humanos de China en el teatro es abrumadora sin que pueda compensarse con los aliados locales ni con la inigualable capacidad de proyección de fuerzas norteamericana. En los mares y tierras de Asia ambos están inicialmente casi empatados y eso suponiendo que el hipotético conflicto militar se mantenga por debajo del umbral nuclear. Porque nadie tiene experiencia de cómo podría ser una guerra entre potencias nucleares y cuál sería la actitud rusa ante un conflicto de este tipo. ¿Qué deberíamos hacer norteamericanos y europeos ante el dragón chino? Su conducta en la crisis co-19 ha expuesto las limitaciones y mentiras propias de un régimen comunista. Parece que está emergiendo también entre los europeos un cierto consenso sobre frenar su expansión. Que China no es el poder benigno que aparentaba ser solo hace unos años. Que la expansión china tiene dos dimensiones –militar y económica– que habrá que tener en cuenta en el futuro. Ojalá que el símil del dragón pueda ser útil para conceptualizar esta realidad antes de que alguna de sus dos cabezas empiece a arrojar fuego sobre nosotros.
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