Opinión
González
Felipe González, el presidente que sacó a bailar a España en Europa, el que liquidó el ruido de sables, el de la definitiva modernización del país, culminada por los ejecutivos de José María Aznar, ha puesto algún reparo a la podredumbre del «gobierno Frankenstein» (© Alfredo Pérez Rubalcaba). Nada explosivo, tampoco hiperventilen. Si acaso una referencia a los Hermanos Marx que, francamente, no merecen: comparar la inteligencia vitriólica, el amor por el intelecto, el genio arrollador y la reconfortante anti sentimentalidad de aquellos maravillosos cómicos con la deyecciones posmo de una Irene Montero o los discursos, corcho picado, de la pobre Carmen Calvo, resulta tan excesivo, tan desproporcionado y, sobre todo, tan injusto con Harpo, Groucho y cía. que, uh, los aludidos deberían de haberlo celebrado como si les hubieran concedido un Oscar. Y resulta que no, que todo lo contrario, que las palabras de González han caído como una bomba entre los plurales enemigos de la democracia española. Varios de ellos incrustados en el mismísimo gobierno de la nación. Ahí tienen al vicepresidente, Pablo Iglesias. Ese que hace un lustro sostenía que los únicos que supieron leer el «candado del 78» fueron los pistoleros de ETA. Ese que en sede parlamentaria habló de cal viva y manos manchadas de sangre. Ese Iglesias, ese, que hizo de correveidile entre el profundamente amoral Pedro Sánchez y los golpistas/xenófobos cosecha 2017. Aunque en términos de cinismo y morro nadie supera a los prófugos Carles Puigdemont, Toni Comin y Clara Ponsatí. Han escrito una carta al Parlamento Europeo para que apoye una investigación sobre la guerra Sucia contra ETA y el papel que habría desempeñado González en el nacimiento de los GAL. Lo más emocionante de todo es constatar que la deposición cuenta con la aquiescencia de ERC, EH Bildu y el PNV. Si en el PSOE restase alguien con un gramo de coraje, alguien que respete el pasado del partido, alguien comprometido con sus mejores aportaciones a la historia de España, debería salir y partirse la cara por el honor de su ex secretario general. Pero el PSOE no apoya que una delegación del Parlamento Europeo viaje a España para investigar los (379) asesinatos de ETA sin resolver. Pero en este PSOE la traición, la indignidad, y el compadreo con las termitas populistas, más que un capricho, es ya una forma de estar en el mundo.
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