Opinión
El plan B
Hoy en la cumbre europea de Bruselas van a fijarse las condiciones del fondo de reconstrucción para hacer frente en cada país a los estragos económicos del coronavirus. El poderoso Partido Popular Europeo, del que forma parte el PP de Casado, ya ha adelantado que la primera de estas condiciones para recibir la imprescindible ayuda será que no se use el dinero «para proyectos ideológicos», sino para innovación y reformas estructurales. Todo el mundo ha entendido que la prevención se refería ante todo al ideologizado Gobierno progresista de España, formado por socialistas y comunistas. El vicepresidente Iglesias, líder de Podemos, ha saltado como un resorte acusando a los populares españoles nada menos que de traidores y antipatriotas, a lo que Pablo Casado, dirigiéndose al presidente Sánchez, ha contestado: «Aquí los únicos antipatriotas son los socios que le hicieron a usted presidente». Éste es el aire que se respira en las alturas. También en las alturas europeas, donde no se oculta la incomodidad y desconfianza que genera el actual Gobierno español, con el que se ven obligados a jugarse los cuartos.
De la firmeza o condescendencia de la posición europea depende en gran manera la pervivencia de la actual alianza gubernamental en España, vista con gran prevención por los inversores, agentes imprescindibles para la superación de la crisis sin desgarros mayores. No es ningún secreto que hay un movimiento de fondo a favor de un giro del presidente Sánchez hacia la derecha, obligado por las condiciones europeas para recibir la cuantiosa ayuda. Estas condiciones deberían quedar fielmente reflejadas en los presupuestos del Estado que ahora mismo están en el telar y harían prácticamente inviable el pacto original firmado con Podemos. La consiguiente crisis política daría paso al «Plan B», que Pedro Sánchez, un político acomodaticio y errático, guarda en el cajón, y que es el plan con el que sueñan en las altas esferas del dinero y en la mayor parte de las cancillerías europeas. Consiste básicamente en un cambio de pareja de baile. Saltaría ruidosamente del Gobierno Podemos, con toda la corte separatista asociada, y entraría Ciudadanos, con el apoyo externo del Partido Popular y algunas fuerzas regionales. Puede que incluso el interesado comodín del PNV. Ésta es, me parece, la gran operación con la que se sueña en las alturas. Tiene, como principal dificultad, la escasa fiabilidad del ideologizado Pedro Sánchez, al que se acusa de ser el principal responsable de lo que pasa. Pero los más optimistas responden que a la fuerza ahorcan y que siempre puede hacerse de la necesidad, virtud.
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