Opinión
Otra historia de trata
Otra, sí. De muchas. Esta vez protagonizada por ellos y no por ellas, pero con idéntica fórmula. Los proxenetas saben elegir bien a sus víctimas y tentarles con aquello que más desean y necesitan. La precariedad siempre es su primer cómplice. Esta vez se decidieron por chicos jóvenes a los que captaron en Colombia y Argentina y a quienes aseguraban que jugarían en ligas inferiores de fútbol. «Solo tenéis que pagaros un billete y venir a España. Y si no tenéis dinero, os lo prestamos. Que paguen los intereses vuestras familias. Se lo devolveréis enseguida. Os esperan el éxito, la fama y el dinero…» Pero no, solo les aguardaban las cadenas de una deuda inasumible, un piso en el que vivir hacinados y un chat de contactos homosexuales. En el primer servicio, una amenaza añadida: contarles lo que habían hecho a sus familias. Y luego amenazarles también con hacerle daño a sus seres queridos si no obedecen las reglas y con denunciar su ilegalidad a la policía. Los tratantes de carne se quedaban con todo lo que ganaban en sus encuentros sexuales y apenas les daban de comer. Como en tantos casos sufridos por mujeres, la crueldad era extrema. Los detenidos, investigados por delito de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, delitos contra los derechos de los trabajadores, favorecimiento a la inmigración ilegal, amenazas, tráfico de drogas, tenencia ilegal de armas, falsedad documental y pertenencia a organización criminal, están en la cárcel. Esperemos que sigan allí por mucho tiempo. Aunque hay tantos proxenetas que se libran de sus culpas o las pagan tan a bajo precio que es difícil creer que así será. Sucedió en Cádiz, no en Tombuctú…
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