Familia
“La gran familia”
Alejados de sus abuelos y de sus amigos, incluso de sus profesores, quedaron confinados entre cuatro paredes que fueron murallas defensivas contra la enfermedad
Los dibujos de los niños son certificados de verdad, confesiones con el membrete de un notario que levanta el acta de sus aventuras y desventuras en estos extraños días que nos ha tocado vivir. En estas páginas del punto de mira hemos recogido unos cuantos de las manos maestras de los más pequeños de la casa. Es una suerte de collage anímico que expresa en sus trazos cómo transitaron por una realidad desconocida. En esos desahogos gráficos queda la huella de un tiempo que les robó unas cuantas cosas no menores, que les sacó de los raíles de su día a día para empujarlos hacia un aparcadero en vía muerta. Alejados de sus abuelos y de sus amigos, incluso de sus profesores, quedaron confinados entre cuatro paredes que fueron murallas defensivas contra la enfermedad. Entre los muros y las almenas pasaron días y semanas sin saber hasta cuándo y por qué ahora y a nosotros. Y aguantaron con el soporte de esas vigas maestras que sólo levantan las familias y cuya solidez brindan el mejor cobijo. Ahí estuvieron los padres y las nuevas tecnologías hicieron algún que otro milagro para que esa distancia social lo fuera sólo corpórea. El valor de nuestra gente, a la que queremos, es un sentimiento que adquirimos desde muy pequeños. En esos dibujos se siente la alegría del reencuentro, ese «por fin estamos juntos» es la constatación de la fortaleza de la familia, de los nuestros, especialmente de los mayores, los referentes, los guías. Los niños lo saben bien. Sus dibujos no mienten. Forman un retablo hecho desde el corazón.
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