Opinión

“El Shangri-La de calçots y butifarra”

Puigdemont es el prototipo de los militantes de CDC que se convirtieron en profesionales de la política

Carles Puigdemont fue durante mucho tiempo un político irrelevante del mundo convergente. Otro de esos iluminados activistas de la Cataluña interior que habían abrazado el independentismo seducidos por el pujolismo. Un buen amigo, que era consejero del gobierno catalán, los definía irónicamente como «la comarca nos visita», mientras hacían cola para entrar en la Generalitat y asistir a la recepción anual de Pujol. Al entonces presidente catalán, que cuando estaba en ABC lo elegimos Español del año», siempre lo consideré un independentista aunque estaba convencido de que le sucedería lo mismo que a Moisés y nunca llegaría a la «tierra prometida». El mundo de convergencia eran los botigers, los pequeños empresarios y los funcionarios que seguían con gran fervor el mensaje del pujolismo. Primero construir Cataluña y luego destruir España, aunque no se dijera así. Puigdemont es el prototipo de los militantes de CDC que se convirtieron en profesionales de la política. Estaba llamado a moverse en los estrechos límites de la provincia de Gerona y quizá ser un consejero poco relevante dentro de la cuota territorial del partido.

La mejor baza del fugado Puigdemont fue su irrelevancia porque se fue situando en cargos donde sus mentores pensaban que sería una marioneta. No supieron percibir que era un político hábil y con firmes convicciones. A pesar de ser ambos catalanes y periodistas nunca coincidimos, aunque sí con muchos de los conversos que le rodean. Como ya estaba en Madrid ni siquiera me enteré de que había sido elegido alcalde de Gerona, que es la ciudad donde estudié cuando era joven. La culminación de su sorprendente carrera basada en la casualidad fue convertirse en presidente de la Generalitat porque Artur Mas fue vetado por los antisistema de la CUP. Nada mejor que alguien irrelevante, debió de pensar Mas cuando lo eligió como sucesor. Lo que me resulta más interesante de Puigdemont es su capacidad para impedir la cohesión del independentismo y el caos que ha montado con los herederos de Convergencia. Me sigue asombrando que tantos catalanes lo sigan con ciega fidelidad como si fuera el mesías del independentismo. Es la constatación del ascensor social, porque se puede ser presidente de la Generalitat sin haber terminado una carrera, teniendo una trayectoria mediocre y esgrimiendo cuatro ideas, a cual más simple, centradas en que cuando logremos la independencia alcanzaremos el paraíso terrenal en nuestro particular Shangri-La de la estelada, la butifarra y los calçots.