Opinión

La marmota, ni con un poco de ketchup

Sucedió en Mongolia, donde comer marmota es una costumbre. Ya se han dado varios casos de peste bubónica hace años y ahora se ha vuelto a repetir.

Llegas acalorado, aguantas la cola y cuando te encuentras frente al mostrador, sólo puedes sentir agobio. Tienes gente detrás esperando, el dependiente con la mirada aburrida y ganas de que el día se acabe. Ahí estás tú. Y en ese momento te puede la ansiedad de las decisiones importantes. Es verano, vamos en pantalón corto y todo el mundo enseña los dedos de los pies. No es momento de grandes dilemas, entonces. Pero cada vez que te enfrentas al mostrador, cada año incomprensiblemente más grande, de helados, la vida te supera.

Son esas elecciones las que nos definen. ¿Apuestas por probar el helado de gazpacho?, ¿qué chocolate será mejor: el negro, el roché, el chocolate con menta, el blanco, el chocolate nocilla o el que has descubierto hace poco y aún te produce pensamientos inacabables: el chocolate con chocolate (que supongo que es como si te pedir un bistec con bistec o ponerte mantequilla en una tostada de mantequilla)?

Los malo es que el dependiente tiene la cuchara para servir en alto desde hace tiempo y se le va a cansar la mano; y la gente espera y hace calor y aunque sólo se le ven los ojos, seguro que están enfadados por el pesado que parece que toma una decisión de vida o muerte cuando se trata de elegir el sabor del helado.

–Por favor, fresa y vainilla.

Y ese soy yo.

Hay quien se sienta en el restaurante y pide la carne de un animal que ni siquiera sabía que existía, hay quien se presenta en la heladería y pide helado de mazapán (y por culpa de esos cada año hay más sabores distintos. Me debéis veranos en paz).

Y ahí, en fin, quien, y ya llego, que en vez de comer en el McDonalds una hamburguesa que sabe hamburguesa de McDonalds, se come una marmota.

Como si no hubiésemos aprendido durante este 2020 que no hay nada menos sano que ingerir animales silvestres, que los virus saltan sin remedio. Sucedió en Mongolia, donde comer marmota es una costumbre. Ya se han dado varios casos de peste bubónica hace años y ahora se ha vuelto a repetir.

Es como vivir el día de la marmota, pero no en una peli de humor con la cara de estupefacción constante de Bill Murray, si no en la realidad y con la sensación de que en cualquier momento, otro virus no va a dejar noqueados.

O fue el pangolín o fue el murciélago. En China hablan ahora de cerdos y en Mongolia insisten en tomar marmota, supongo que con un buen chorro de ketchup. En un libro muy breve Michael Pollan recomienda que para comer sano evites los alimentos que tengan productos que no conozcas. Lo hice un fin de semana en casa y lo bueno es que por fin pude limpiar el congelador: nada de lo que había allí era comible según esa general, pero inesperadamente estricta, regla.

Los animales son peligrosos, a la vista está; los productos manufacturados, poco aconsejables; los helados me crean estrés.

Es una conjura, pero el tipito que me va a quedar para la piscina, va a ser para verlo.