Opinión
A disfrutar
Disfrutad. Tal es la consigna de Pedro Sánchez ahora que hemos entrado en la nueva etapa de normalidad. Es un poco obsceno, después de todo lo que ha pasado y sobre todo viniendo de quien viene, pero el término ha alcanzado popularidad gracias a la difusión de su equivalente («enjoy») en inglés. Ahora, o antes del Covid, todo se disfrutaba: un fin de semana, un concierto, una carrera universitaria, un postre, un escrache, incluso el abuelo o los nietos. La materia disfrutable no conocía límites.
Es cierto que los españoles, como en general todas las poblaciones afectadas por el Covid-19, han de perder el miedo y recuperar la libertad y la iniciativa, sin por eso dejar de extremar la prudencia y cumplir las normas de higiene y comportamiento social. Lo podía haber dicho así, pero Sánchez ha preferido la otra expresión, más directa, que nos devuelve al modo de vida de hace unos meses. En términos políticos, Sánchez nos invita a dejar atrás una etapa que el paso del tiempo irá haciendo cada vez menos dolorosa y que, por tanto, suscitará menos preguntas acerca de la responsabilidad del Gobierno, en particular de su Presidente. (Hay personas que, habiendo perdido un familiar, siguen describiendo su rabia y su incapacidad para llorar: tal vez el funeral de hoy en la Catedral de la Almudena les traiga algún consuelo).
En términos partidistas, «disfrutar» constituye una invitación, no por demasiado explícita menos insidiosa, a relajarse: y tanto a sus socios como a la oposición. En cuanto a los primeros, es posible que la indicación no haya sentado del todo bien en los cuarteles de Galapagar, donde Iglesias disfruta como nunca los penúltimos coletazos de su desmelenado concepto de la acción política. Y en cuanto a la oposición, apela a la disposición de los dirigentes del PP a adaptarse a la nueva realidad post-covid y post elecciones gallegas y vascas: la del respaldo mayoritario a una gestión pactada de la crisis económica, aquella misma gestión que el Gobierno socialista no quiso aplicar cuando estuvo a tiempo de evitar el desastre, al menos en la dimensión que luego alcanzó. Ahora bien, puestos a disfrutar, la oposición puede hacerlo a su modo: exigiendo pactos consistentes, transparencia y rigor en el cumplimiento, y, en las cuestiones de orden muy general, un cambio de socios. Por ahora, que Sánchez siga disfrutando de estos. A tope.
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