Opinión
Espumarajos morados
Llegaron con el cartel de «nueva política», disfrazados de adalides de la regeneración en las instituciones y bocanada de aires frescos de libertad. Como casi todos los buenos farsantes consiguieron vender su mercancía entre amplias capas de la sociedad, hasta que el paso del tiempo aparejado a la tozudez de la realidad fue poniendo en evidencia el engrudo de sus brebajes populistas. Pero se encontraron justo en su peor momento demoscópico con la «bicoca» matemática de ser, dentro de una alambicada mayoría minoritaria, llave para la continuidad de Sánchez en La Moncloa. Y ha sido aquí y ahora, con un apoyo ciudadano cuya mengua resulta inversamente proporcional a su ascendencia creciente dentro del gobierno, cuando han comenzado a desplegar ya sin caretas ni tapujos todo el plumaje de sus modos de matonismo político y su desprecio a cualquier tipo de independencias amparadas en los derechos constitucionales, especialmente las más molestas, como son la judicial o la de la propia información.
Los dirigentes de Podemos muestran ya de manera especialmente evidente su rostro y además lo hacen sin reparos a la hora de atacar, con los más repugnantes modos de la intransigencia sectaria, a quienes osan desde su cometido en los medios de comunicación, no tanto criticarles como simplemente informar sobre cuestiones incómodas que atañen a su condición de dirigentes públicos. Nada nuevo por otra parte porque cualquiera con un mínimo de memoria difícilmente podria obviar innumerables «tarjetas de visita» mostradas por Pablo Iglesias y su guardia pretoriana a propósito de su «particular» visión de la prensa y los medios audiovisuales.También aquí fonotecas y hemerotecas son inmisericordes, ya saben, desde el «a mí que me den la televisión» pasando por húmedos sueños de azotes a comunicadoras hasta «sangrar» o alusiones machistas a la vestimenta de alguna periodista cuya pregunta en rueda de prensa sencillamente no agradó, por no hablar de las no disimuladas tentaciones de control «estatal» de los medios.
La maquinaria podemita no se detiene y no hay más que echar un vistazo a realidades como su influencia y control crecientes en la RTVE «de todos» o unos hábitos a los que nunca nos deberíamos acostumbrar como la elaboración de listados de medios o programas de radio y televisión a los que conviene y a los que no conviene acudir, tal vez ignorando que cuando se está en el Gobierno ya no debería servir la torticera disyuntiva entre periodistas «independientes» y periodistas «fachas». Los últimas arremetidas contra ejemplares profesionales –añadiría maestros de la información– con trayectoria intachable por el mero hecho de no silbar y mirar hacia arriba ante el escándalo que supone la complicación en los tribunales del caso «Dina» hacen parpadear con mayor insistencia la luz de alarma. Practican lo que mejor han aprendido de la esencia bolchevique y abrazan sin rubor la pregunta de Lenin ¿libertad para que? Aunque tal vez lo más patéticamente burlesco sea verles situar a la propia Dina Bousselham, titular de la tarjeta de memoria «itinerante» como «superwoman» de los arcanos periodísticos…¡Y unos cojones! que diría «MP».
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