Opinión
La estrategia de Pablo Iglesias
Lo bueno de conocerle es que su sobreactuación ofrece pistas sobre lo que está sucediendo. No hay que olvidar que le gustaba mucho la serie “Juego de tronos” donde moría hasta el guionista y si te descuidabas los espectadores.
Hoy no pensaba escribir sobre Iglesias, pero me lo pone muy difícil. La espiral en la que se ha metido podría parecer desconcertante salvo que se entienda que su victimismo y sus ataques buscan movilizar el voto porque sus expectativas electorales son muy malas. Con el tiempo he aprendido que, por regla general, las cosas son lo que parecen. Hay que felicitarle porque la estrategia es tan buena como creíble. El vicepresidente es un Titán que se enfrenta al «sistema». Es un poder oscuro tan poderoso como inmisericorde que pretende derrocar al Gobierno porque no acepta que sea vicepresidente. Es una fabulación que solo existe en su inteligente estrategia política. No hay una conspiración orquestada y estructurada por unos poderes empresariales y políticos que se reúnen, como vemos en las películas y las series, para diseñar una estrategia contra Iglesias. Es imaginativo, pero inconsistente. Los presidentes socialistas han visto cómo los empresarios y los banqueros corrían presurosos y felices a La Moncloa a defender sus intereses, pero sobre todo salían siempre muy satisfechos. En cualquier momento, Sánchez le monta un apartamento en el complejo presidencial a Garamendi, el presidente de la CEOE.
No existe, tampoco, una connivencia conspirativa entre los malvados periodistas y «el sistema» para acabar con Iglesias. El vicepresidente considera que tenemos que aceptar que nos critiquen, algo lógico pero sorprende en alguien que tiene la piel tan fina, pero también que nos insulten. Lo bueno de conocerle es que su sobreactuación ofrece pistas sobre lo que está sucediendo. No hay que olvidar que le gustaba mucho la serie «Juego de tronos» donde moría hasta el guionista y si te descuidabas los espectadores. Todo era política y conspiración. Me gusta más la trilogía de «El señor de los anillos». Ahora quiere vender que el culebrón de la tarjeta telefónica de Dina es culpa de las cloacas del Estado, algo que compran felices sus seguidores, y las críticas de los periodistas, a los que antaño tanto quería, son el ariete de la gran conspiración del sistema. Los empresarios, los financieros, los políticos y los medios de comunicación quieren acabar con el líder carismático cuando la realidad es que están todos preocupados por la pandemia y la grave situación económica. Esta contraofensiva para parar el retroceso electoral y el desgaste por el caso Dina, como otras que ha hecho anteriormente, le resulta muy eficaz. A los españoles nos encantan las víctimas y las conspiraciones.
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