La historia toma aires bíblicos. No por la pandemia. El otro castigo divino, aparte del que ya padecemos, es volver la cabeza y convertirnos en estatuas de sal tras mirar a nuestros gobernantes, bueno, a todos no, al puñado que se bate en duelo como en un «espagueti western» (Yo, Ennio Morricone, he muerto) en los que hacían más daño...
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