Opinión
Inapetente trámite electoral
Si hay dos comunidades históricas en las que la previsión de vuelcos en el gobierno se hacía harto difícil, esas son las de Galicia y País Vasco que, precisamente por ello y dentro del marasmo de temor y tristeza acarreado por el covid-19, afrontaban ayer uno de sus más engorrosos trámites electorales. Se trataba de cubrir el expediente de desempolvar las urnas para que los ciudadanos pudieran sentenciar a propósito de la gestión de sus respectivos gobiernos, pero sobre todo de «parar el golpe» de una convocatoria de comicios en el peor de los momentos y a ser posible para apuntalar la continuidad de esos ejecutivos.
Lo ocurrido viene a certificar esa previsión en ambas comunidades históricas, pero hay algo más que simples matices que no escapan a una clara lectura en clave de política nacional. Galicia y País Vasco siempre registran un sentido del voto que no es equiparable al del resto del Estado, aunque en esta ocasión sí se ha mostrado como inevitable la traslación al ámbito nacional en plena crisis del coronavirus, con una crisis económica brutal en ciernes y tratándose además de la primera cita con las urnas desde que Sánchez decidiera tras los comicios generales poner en marcha el primer gobierno de coalición con comunistas y apoyo de independentistas.
En el caso vasco el peneuvista Urkullu no tendrá problemas para continuar en la lendakaritza, con un apoyo de los socialistas, que han hecho valer su condición de socio institucional. Bildu mantiene su fortaleza y es la formación morada de Pablo Iglesias la que muestra un primer síntoma de desgaste de materiales demostrándose que el electorado no se levanta cada mañana pendiente de las victimistas campañas del líder podemita sobre sórdidas cloacas. Podemos lleva camino de convertirse, más que en un partido, en una «partida» con un grupo de personajes «Falcon Crest» a la cabeza cada vez más alejado de la realidad. El PP ha perdido apoyos pero mantiene una base suficiente para reiniciar otra travesía del desierto y aquí la pregunta es si Iturgaiz es el elemento idóneo para ello.
Lo ocurrido en Galicia viene a certificar, de un lado que la marca Feijóo siguen siendo –guste más o guste menos a según quienes– auténtico plus de calidad para un Partido Popular en el que Pablo Casado habrá de tener muy en cuenta la ascendencia del líder gallego en la hoja de ruta para el asalto a la Moncloa. En ambas comunidades eso sí, mismo denominador marcado por el castigo a las dos formaciones que gobiernan en coalición a nivel nacional. La gestión del covid y otros factores no resultan ajenos a los ciudadanos.
Ergo, tramite cubierto, gobiernos apuntalados y ahora, a afanarse desde Vitoria y Santiago desde este mismo lunes en una doble y única prioridad, la salud y la economía…ah, y el soberanismo en Euskadi rozando el 70 por ciento del voto. Ojo.
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