Opinión

Ponga un fascista en su vida

Es fácil, indoloro y no cuesta dinero, si desea ser admirado y querido por sus familiares, vecinos y por sus semejantes en general, ha de adoptar un fascista.

¡Rápido y superficialmente!: ¿Quién tiene pinta de más testarudo Santiago Abascal o Greta Thunberg? ¿Quién parece más exagerado, más fanático, más sectario, más exigente e inflexible?

Algunos ecologistas (dice mucho de uno mismo denominarse como ecologista, pero eso lo analizaremos en otra ocasión) ahora responsabilizan a chocolates Lacasa del colonialismo, el racismo y, por qué no, de las masacres en el Congo. Yo que, sin exagerar, soy reformista, considero que la marca debería adaptarse a los tiempos y los valores de hoy (mucho más justos que los de antaño), pero me aterroriza (con una risa histérica) que a una marca de bombones de Zaragoza se le llame genocida.

Pero esto pasa mucho ahora, y más que lo vamos a ver, porque para hablar del bien debemos definir antes el mal. Cada concepto posee un complemento del que depende para subsistir. Ya lo saben ustedes: no existe ni existirá noche sin día, ni tampoco el amanecer sin la oscuridad. Y mucho menos felicidad sin conocer el llanto, de donde deducimos que no se puede ser un buen antifascista (la profesión de moda en estos tiempos) un antifascista de pro, un antifascista guay, sin un fascista contra el que oponerse, nuestros nuevos Yin y yang de cabecera.

Y no lo digo yo, lo dice el taoísmo y Werner Heisenberg y hasta Einstein pero sobre todo la lógica. En muchas ocasiones lo existente solo existe como referencia de su contrario por la maravillosa presencia otorgada por la contraposición; con arreglo a esto y del mismo modo que en el siglo xx los fascistas generaron a los antifascistas, ¿podríamos hablar de la acción inversa en el siglo XXI? Es decir, ¿que un antifascista genere fascistas?*.

*Entendamos antifascista en su acepción más actual, personas que se definen por su búsqueda desesperada de identidad e integración y que nada tienen que ver con el antifascista del s XX.

Parece que algunos millennials (y muchos centennials) no tienen claro el concepto de antifascismo, como tampoco el de fascismo, ni el de socialismo, ni el de comunismo o liberalismo… (una prueba irrefutable son los resultados de las Elecciones Vascas donde la mayoría de los votantes de Bildu tienen menos de 30 años, desconocen los horrores de ETA y, con su apoyo, blanquean a un partido que no condena el asesinato).

Desgraciadamente no está claro el concepto de antifascismo, pero eso es lo de menos; para ser un antifascista completo, profesional, con todos sus aditamentos y complementos (como las barbies y clics con las que jugábamos los chicos de la generación x) tenemos que tener un buen ejemplo de fascista y un fascismo confortable y mullidito en el que apoyarnos, con el que apuntalar nuestra identidad.

Y luego mucho Vox, mucho Vox (el “buen odio” a Vox en España es políticamente correcto, noción de prestigio, marcador evolutivo y hasta lugar común, pese a que nos educaron, al menos a mí, en el respeto, la tolerancia, la heterogeneidad y la compasión) pero Bildu es la auténtica herencia del franquismo vivita y coleando entre nosotros.

¡Ya lo ven! Fascismo y antifascismo, dos fuerzas muy mediáticas no exactamente opuestas y en equilibrio dinámico (cuando una aumenta, la otra disminuye) por eso el desequilibrio no es sino algo circunstancial, ya que cuando una crece en exceso fuerza a la otra a concentrarse, lo que provoca una nueva transformación igual que el exceso de vapor en las nubes provoca la lluvia.

¿Y qué les mueve a los nuevos, y espero que jóvenes, totalitarios, autodenominados antifascistas? Lo que no les va es la libertad de expresión ni el debate, ni mucho menos el humor, entes diabólicos con poder para precipitarnos a lo peor: capitalismo, machismo, racismo, imperialismo y hasta el cataclismo…

Lo que les encanta es eso que llaman la ‘corrección política’ que actúa como adarga contra todo, excusa para la censura y sustrato intelectual legitimador universal para ellos. Eso sí, definitivamente, lo que más les gusta, porque les confiere vida e identidad, porque lo necesitan para existir y redimirse, es un buen fascista.

Y claro, es tal el deseo que los encuentran allá donde sus ojos giran… como Quijote cuando se pretendía caballero andante y encontraba gigantes malévolos a su paso y hasta se peleaba con ellos. Si llegan a ser molinos, en vez de titanes perversos y forzudos, él tampoco hubiera sido el héroe que, recorriendo enormes distancias a caballo, resolvía entuertos y protegía a los menesterosos y desfavorecidos (bellas doncellas, viudas y huérfanos).

A veces pienso que esos molinos rampantes son los nuevos hombres blancos heterosexuales, encabezados por el candidato perfecto a ser ajusticiado en plaza pública por estos nuevos quijotes: Santiago Abascal.

Así que, no busquen más ¡ni lo duden! Y pongan un fascista en su vida. Es fácil, indoloro y no cuesta dinero, si desea ser admirado y querido por sus familiares, vecinos y por sus semejantes en general, ha de adoptar un fascista.

Pero ¿Y de dónde sacamos un fascista en pleno s.XXI?

No se preocupen, estamos aquí para ayudarles, tenemos una dilatada experiencia en acreditaciones contemporáneas de fascistas y antifascistas, todas rápidas, incuestionables, efectivas pero sobre todo efectistas.