Opinión
El legado de un gran rey
Las imágenes utilizando una máquina para contar dinero, mostrarlo como un comisionista y un ridículo coleccionista de objetos valiosos como si fuera una especie de Tío Gilito son un insulto a la inteligencia
Felipe González estuvo muy acertado en su defensa de don Juan Carlos. Es evidente que se ha desatado una campaña que no termina con la destrucción de la persona, sino que tiene un calado más profundo e inquietante. Hay una serie de cuestiones que podemos constatar a partir de las informaciones que se están publicando y, sobre todo, por la inquina contra el anterior jefe del Estado que en muchos casos viene de aquellos que hace cuatro días se declaraban fervorosos juancarlistas y que suspiraban por una audiencia o que presidiera algún acto. El carácter inmisericorde, algo que desgraciadamente no tiene que sorprendernos, se comprueba con las informaciones, comentarios y ataques. La estrategia de defensa de Corinna Larsen y los despropósitos que utilizan para ello han sido comprados en su totalidad sin un atisbo de duda. No se cuestionan afirmaciones que, para cualquiera que conozca a don Juan Carlos y su trayectoria, producen estupor. Las imágenes utilizando una máquina para contar dinero, mostrarlo como un comisionista y un ridículo coleccionista de objetos valiosos como si fuera una especie de Tío Gilito son un insulto a la inteligencia.
González pidió presunción de inocencia. Es algo que merece cualquier ser humano, pero en este caso no se le aplica. Los nuevos «sans culottes» políticos y mediáticos quieren «sangre real» con un nuevo asalto a la Bastilla o al Palacio de Versalles. Lo que se trata es de derribar al símbolo de la Transición y con él perjudicar a la jefatura del Estado. Unos lo hacen por ingenuidad y otros porque es la barrera que impide un proceso constituyente. El ex presidente pidió respeto al legado histórico e indicó que «tuvo un comportamiento constitucional antes de que hubiera Constitución». No se puede decir más en una frase. Ahora se especula con expulsarlo de la Zarzuela, quitarle su título de rey y me pregunto qué más desean los «sans culottes» sin esperar a que se pronuncie la justicia. En ello coincide una izquierda a la que le resulta muy útil esta cortina de humo, los independentistas que quieren acabar con España, los republicanos que aprovechan la oportunidad para conseguir un proceso constituyente, como en el 31, que conduzca a una República con una Constitución que margine a la mitad del país, Corinna Larsen y su estrategia de defensa y un fiscal suizo ávido de gloria.
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