Opinión

La protesta del campo

Al campo español no le ha sentado nada bien el histórico acuerdo europeo. Los agricultores y los ganaderos están que trinan y se disponen a reactivar las movilizaciones de protesta. Falta poco para que los tractores, que tuvieron que replegarse por culpa de la pandemia, vuelvan a la carretera. De nada ha servido que los productos del campo hayan abastecido los supermercados durante el confinamiento. Los poderes públicos no han tenido el detalle de mostrar públicamente el reconocimiento debido a este importante colectivo, al menos con parecida intensidad a la que han mostrado con otros, y eso que acaso haya sido el sector agrario el que mejor ha funcionado de todos, entre tanto fallo, tanto desconcierto y tanto luto. ¿Se imaginan un desabastecimiento de alimentos básicos durante la reclusión? Pues no sólo no les agradecen los servicios prestados -ya están acostumbrados- sino que, a la hora del reparto de fondos europeos, el campo va a ser el sector más perjudicado. Y lo peor es que llueve sobre mojado. Después de las floridas promesas electorales, la España vaciada tendrá que esperar.

Con los datos conocidos -puede que el ministro de Agricultura, un ministro aparentemente fiable, tenga otros- al campo no le salen las cuentas. Agricultores y ganaderos han saltado: se consideran los grandes sacrificados, mientras los dirigentes europeos se aplauden unos a otros y los ministros españoles acogen con entusiasmo servil y ridículo el regreso triunfal de Pedro Sánchez. Los campesinos consideran literalmente un desastre la reducción de los fondos del PAC (Política Agraria Común), un tijeretazo este año de 600 millones de euros, un diez por ciento menos de ayudas directas en los próximos siete años. «¡Una ruina!», se quejan, aunque se refuercen un 2,7 por ciento los fondos de cohesión. Y, lo que es más significativo, el presupuesto para Desarrollo Rural, pilar del sistema, sufre un recorte de más de 10.000 millones (un 11,74 por ciento). Es natural que las organizaciones agrarias se muestren indignadas. Consideran que el presidente Sánchez «ha vuelto a demostrar -según un portavoz de ASAJA- que nunca le ha importado el mundo rural». A la exigencia de precios justos para los productos del campo, que movilizó en invierno la protesta de los tractores, se une ahora esta ofensa de Bruselas al campo español. Y queda pendiente el arduo problema de la despoblación y los escandalosos desequilibrios territoriales. Con este panorama, me parece que esta vez, si no hay quien lo remedie y la pandemia lo permite, se vislumbra un otoño caliente en la España profunda.