Opinión

Resistiré

Primero fue el himno de resistencia ante el covid y el del aplauso a las personas comprometidas en el combate contra la pandemia. Cuando empezó a despuntar una forma de oposición popular ante las atrocidades causadas por la gestión –es un decir- del Gobierno, “Resistiré” pasó a ser a ser el signo de la adhesión a Simón y sus secuaces. Un himno izquierdista más, cargado de recuerdos siniestros sepultados en lo más hondo del inconsciente progresista, sobreabundante en esa materia. Pronto conocerá un nuevo avatar. Lo escucharemos entonado con entusiasmo un poco sobreactuado, como los aplausos de hace unos días, por los ministros en la Moncloa y en el banco azul. Porque esa, aunque parezca otra cosa, es la etapa que se abre ante el Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Resistir a qué?, se preguntará alguien. En primer lugar, al covid y a sus efectos, que si no alcanzarán ya la letalidad a la que llegaron los meses pasados, sí que va a dificultar la vida en común en diversas actividades, como la enseñanza, el comercio, los servicios de muy diversa índole, sin excluir de esto la atención primaria. En consecuencia, dificultará la famosa recuperación en forma de logotipo de marca deportiva. Como nadie sabe los tiempos y las formas de lo que va a ocurrir, la Presidencia ha puesto a trabajar a un nutrido grupo de estrategas para un plan a largo plazo. Por el momento, nadie había previsto lo que está ocurriendo ahora, ni hay ni plan, ni coordinación, ni propuestas compartidas con las CCAA. Aquí intervienen las ayudas europeas, con las que Sánchez cuenta para sortear la crisis. No serán suficientes para conseguir una posición holgada. Ni por el montante ni por las condiciones que trae aparejadas. Tampoco van a contribuir al crecimiento porque, justamente, le van a servir a Sánchez y a Iglesias para no hacer las reformas que requiere una recuperación económica. Hará otras, que repartirán dinero, pero no aquellas que están en la base de la prosperidad: flexibilización, racionalización, menor presión fiscal, consolidación del déficit, reducción de la deuda… La crisis económica se enquistará y provocará tensiones en la UE en vista de las promesas incumplidas, aunque todo el mundo sepa, también en la UE, que aquí no se van a cumplir. Otro frente abierto donde ejercer la resistencia. El otro es interno y está relacionado con las tensiones propias de la coalición gobernante, por la debilidad creciente del flanco podemita y el desgaste que provoca el caudillismo adolescente de Iglesias. Afecta más a Unidas Podemos, como se ha visto en las primeras elecciones post covid, pero le impide al PSOE cualquier despegue al hipotecarlo a la una gestualidad de extrema izquierda, propia de los años 70. Habrá mucha propaganda y mucho ruido mediático, casi todo él peligroso. Seguiremos con Franco, se cargarán las tintas con la Corona (y con la Casa Real), se incorporarán los bienes de la Iglesia a las obsesiones clerófobas, se exacerbará la guerra cultural en la enseñanza… La política de resistencia lleva también a lo que mejor se le da a Sánchez, que es la política de confrontación. Permite trasladar los conflictos internos al exterior y, con un poco de suerte, provocar reacciones exageradas de la oposición e impedir que presente su propio plan de acción, si es que lo tiene. En este punto de la resistencia, Sánchez, mucho más que con Podemos, contará con la complicidad de los nacionalistas, que su política, tanto como la de UP apuntalan y refuerzan. Estos son los mejores socios de Sánchez en la resistencia que viene, disfrazada de ofensiva histórica por los derechos, los nuevos y los antiguos.