Opinión
Pasillitos rocieros
Se me hace muy difícil imaginar a Felipe González tras haber conseguido para España la integración plena en la Unión Europea, a José María Aznar metiéndonos de cabeza en el euro y los beneficios del tratado de Maastricht o a muchos otros dirigentes que tanto trabajaron y tantos beneficios consiguieron para nuestro país en las instituciones comunitarias, siendo objeto de «pasillos rocieros» entre aplausos de la feligresía política a su llegada al Congreso de los Diputados o en el mismísimo salón del Consejo de Ministros. La negociación de la pasada semana en Bruselas acordando el reparto de ayudas en Europa para afrontar la crisis que acarrea el covid fue dura, fue larga y no fue indolora. Fue un éxito de toda la Unión teniendo en cuenta que viene a blindar su futuro económico y fue muy buena para los intereses de España, uno de los estados más machacados por las consecuencias de la pandemia, pero ese éxito lo que supone es ni más ni menos que un principio, un arranque para ponerse a trabajar buscando los máximos consensos y sin desviarse de la pauta y controles que se nos han establecido, pero volver a tratar de rentabilizar el éxito una vez más en clave electoralista o demoscópica, cuando no como arma arrojadiza contra los adversarios políticos, sencillamente demuestra que no nos acabamos de enterar de la magnitud del desafío y que cualquier excusa es buena para sacar pecho con unos logros que como este son especialmente colegiados, sobre todo si reparamos en quienes han apoyado y quienes no lo han hecho a nuestros intereses en el club europeo.
Existe una obsesión en el Gobierno y el Partido Socialista –tal vez derivada de la precariedad de apoyos desde que se llegara al poder tras la moción de censura a Rajoy– por rentabilizar mediáticamente hasta la exageración cualquier asunto que no va más allá por otra parte de la mera responsabilidad de gobierno, casi estableciendo unos resortes en automático que saltan a lo «show de Truman» en cuanto toca agitar las palmas y recordando a esas comedias televisivas en las que puntualmente se escuchan unas carcajadas de fondo. En el caso de este histórico acuerdo europeo, sin embargo, los tres o cuatro días de gloria situando a Sánchez como a César regresando triunfalmente a Roma tras sus victorias en Germania y la Galia pueden quedarse en una puntual «performance» si las gestión de esos bien ganados fondos no se corresponde con la coherencia económica que demanda la grave situación del país.
Hasta ahora Sánchez ha navegado con cierta facilidad en las aguas del pacto con comunistas y nacionalistas despreciando a un centro derecha al que con cierto éxito ha vendido como extrema derecha, pero la gestión de los muy condicionados 140.000 millones de euros le abre un escenario tal vez distinto y muy similar al de las conclusiones en la comisión de reconstrucción donde PP y PSOE acercaban posiciones en línea con el realismo responsable, mientras los «socios» de referencia se borraban del pacto. Ergo, más pies en el suelo y menos «numeritos».
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