Coronavirus

El cementerio de los muertos olvidados

Es un deber regresar periódicamente desde este rincón y otros a la infame decisión del Gobierno de maquillar las estadísticas de fallecidos por coronavirus

Asomarse a las tablas del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) en España es un dolor que no debemos ahorrarnos ni como ciudadanos ni como sociedad. Hacerlo mientras las comparas con las de otros países, como se refleja en el gráfico que ilustra está pagina, conduce, más que a la melancolía y la desazón, a la rabia. En esas gélidas cifras cohabitan el dolor de miles de personas con la indignidad de quien desde su cómoda tribuna gubernamental decidió que un porcentaje terrible de ellas no computaran, que no existieran en las estadísticas oficiales. Es una historia conocida, sí, incluso el Ejecutivo lo ha reconocido a su manera -no sabemos dónde ubicarlos-, pero no por ello debemos dejar que el tiempo consuma su notoriedad y relevancia públicas sin que nadie rinda cuentas por este atropello a la memoria de tantos nombres y apellidos, de esas particulares historias que recalaron en el aparcadero de un camposanto de tumbas desconocidas en esta pandemia. Como en tantas otras relaciones, España aparece como el país de su entorno con un mayor exceso de mortalidad relativa relacionado con el coronavirus precisamente en las fechas más críticas. Esos 48.400 fallecidos representan un crecimiento del 56% de los decesos sobre lo habitual en la media de los últimos años. Después, Reino Unido, con 65.700 (+49%), Italia, con 47.700 (+43%), Bélgica, con 9.000 (+40%) o Francia, 25.100 (+24%). Esas magnitudes retratan a quienes respondieron deficientemente al contagio o directamente lo convirtieron en un fracaso rotundo. En el otro lado de la balanza, los números avalan las decisiones ejecutivas y la capacidad de los estados para paliar la embestida de la enfermedad. Países como Alemania, con un exceso de mortalidad de 9.200 decesos (+6%), Dinamarca, con 200 (+6%), Austria, con 1.800 (+4%). O casos también sin sobremortalidad a pesar del coronavirus como Islandia, Israel o Noruega. Que a día de hoy el Ejecutivo mantenga la adulterada cifra de poco más de 28.000 víctimas por Covid-19 como la verdad oficial es la prueba de cargo de su inmoralidad.