Opinión
Don Juan Carlos
Deberíamos ser capaces de distinguir en cualquier personaje su actuación pública del ser humano que es. Incluso de alguien que ha formado parte de nuestra vida durante largas décadas como Don Juan Carlos, nuestro pasado Rey. Repasemos pues, vertiginosamente, su historia: sucesor del General Franco a titulo de Rey recibió de él poderes legales casi absolutos incluido el de Jefe efectivo de unos Ejércitos herederos directos del bando vencedor de nuestra guerra civil. Tras desmontar todo el complejo aparato autoritario franquista, tuvo una serie sucesiva de aciertos políticos que condujo con delicadeza pero con indudable energía. Entre ellos la elección de Adolfo Suárez como Jefe de Gobierno para pilotar el proceso de la Transición. Su actuación el 23 de Febrero de 1981, cuando un sector nostálgico del Ejercito no pudo soportar la presión, fue un claro ejercicio de defensa de la democracia –imperfecto sistema pero superior a cualquier alternativa– que demostró su clara visión del mejor futuro de una España inmersa de nuevo en su entorno natural de Europa occidental. La forma en que fue atrayendo al PSOE de Felipe González a jugar dentro del sistema constitucional fue magistral, facilitada quizás por la mutua atracción de dos personalidades bastante parecidas. Incluso su misma abdicación cuando su situación familiar y deterioro físico se hicieron insostenibles se está demostrando con el tiempo como un acierto político. No voy a extenderme en todos estos indudables éxitos de la actuación pública de Don Juan Carlos durante su reinado por ser de general aceptación salvo para los mas abyectos sectarios. Voy a centrarme más bien en su actuación privada, la que empieza ahora a ser cuestionada sin mucho conocimiento ni ecuanimidad.
Si tuviera que definir a esta persona a la que tanto debemos pero que comienza a ser juzgada en la plaza publica española –y quizás también por alguna otra jurisdicción extranjera – usaría la palabra vital. Don Juan Carlos es un ser humano que ha vivido intensamente, apasionadamente, su vida privada como reflejo quizás de la energía que le movía paralelamente en la esfera publica. Esta vitalidad era tan evidente para los que le rodeaban que su entorno cercano estaba como fascinado por su personalidad. Para este entorno –del que yo nunca fui parte pero que pude observar en varias ocasiones – no cabían medias tintas. He presenciado pruebas de esta vitalidad dos veces mandando buque con SM embarcado y también he podido charlar con él en audiencias privadas. Era encantador aunque se intuía que tenía bastante genio cuando las cosas que él creía importantes no salían como debían. Especialmente comprendía bien a los militares entre los cuales se sentía – auténticamente – a gusto.
Es publico ahora que el matrimonio de Don Juan Carlos y Doña Sofía no ha ido bien. Que el Rey ha tenido bastantes asuntos sentimentales incluidos alguno postrero con una señora poco recomendable. En el ambiente de la Armada, especialmente en Palma de Mallorca, esto era conocido aunque se guardaba la natural reserva que también venía observando la prensa nacional. Rumores había bastantes, comentarios públicos ninguno por respeto a su intimidad personal y a la dimensión pública evidente de la materia. Que entre los actuales acusadores de esta conducta se encuentren algunos políticos que no creen en el matrimonio e incluso colocan a su última pareja como ministra, no deja de ser una paradoja. Políticos que además se han financiado con fuentes dudosas y finalidades opacas ¡Menudos defensores de la moral tradicional que nos han salido estos! De todos modos, los devaneos sentimentales siempre han sido comunes en los Borbones e incluso en muchas Casas reales europeas actuales.
Alguno de los antiguos amigos de nuestro pasado Rey tenían antecedentes económicos poco recomendables. El recuerdo de las pasadas penurias económicas familiares durante el destierro en Roma también pudo influir. El caso es que alguna de las actuaciones financieras de Don Juan Carlos aparentemente pudieron haber sido poco escrupulosas. Jueces extranjeros están investigando ciertos fondos procedentes de contratos en el exterior de empresas españolas por si existieran aspectos delictivos. El juicio aquí no puede ser formal –por la inviolabilidad del Jefe de Estado no sujeta a responsabilidad–, aunque sí político. Esperemos que sea justo.
Al principio mencione alguno de los indiscutibles éxitos públicos de Don Juan Carlos. Sin embargo, pienso que cometió un importante error. Tan solo uno: pensar que la impunidad de su conducta personal con la prensa sería eterna. Que iban siempre a ser discretos y no iban a mencionar cuestiones económicas o sentimentales privadas. En esto su fino olfato político no funciono, se equivoco.
Recuerdo la película «El prisionero», de Peter Glenville, donde el Cardenal interpretado por Alec Guinness reconocía sus debilidades con la frase «No juzguéis el sacerdocio por el sacerdote». Yo propongo, parafraseando la anterior, adoptar la de: «No juzguéis la Monarquía solo por la conducta privada del pasado Rey». Especialmente cuando su hijo esta adoptando una serie de medidas ejemplarizantes –muy duras con su familia– para que esta Institución que tan útil ha sido en nuestra polarizada y politizada España siga sirviendo bien a nuestra convivencia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar