Opinión
El Rey y yo
El ala moderada del hemiciclo piensa que estamos ante el concurso para infantes, «¿Qué es un rey para ti?», y que la bancada podemita indepe pasará un rato eligiendo los dibujos seleccionados. Si bien es cierto que son como niños, su reino no es de este mundo, que es decir de este momento, y anhelan, no un debate bienintencionado, sino un auto de fe. Apliquen, pues, sin miedo, no un cortafuegos para la monarquía sino para ustedes mismos, que serán las próximas piezas de la cacería, Para Pablo Iglesias y Quim Torra, los reyes son los padres, o sea, ellos, salvadores de patrias y hacedores de guillotinas. De celebrarse un referéndum, habría que ver cuántos votaban a favor de la salida por la puerta de atrás de Don Juan Carlos o por la puerta grande del vicepresidente primero. Puede que los que tienen menos de 40 años retengan una imagen crepuscular y distorsionada por la trompa de un elefante del Rey viejo pero España, que también es mayor, conserva una memoria que pervivirá a los políticos que hoy recloquean, y al propio Rey. El tiempo pondrá a cada uno en su lugar en el juicio final. Nada han hecho por los españoles que merezca, hasta donde alcanza la memoria, tenerles una consideración especial como para pilotar un proceso constituyente. Digamos que lo más cerca que ha estado Iglesias de la épica es una serie de televisión, de ahí esa confusión infantil entre la realidad y la fantasía que pretende una última temporada en la que todo se resuelve a su antojo. Pero ni siquiera el desenlace de «Juego de tronos» salió como esperaba. La buena resultó ser la mala. Los dragones se convirtieron en enemigos del pueblo. El relato oficial y todos los «spin off» que le acompañan chocan con lo que cuentan en los mercados, todos esos que ven en Don Juan Carlos a un miembro de su familia al que ahora se le maltrata por unos pecados menores si se comparan con sus hazañas. «Este hombre, con más de ochenta años ya, no merece deambular por ahí, que lo dejen tranquilo», me dicen mientras preparan medio kilo de bienmesabe en el freidor. Encuentro en este minúsculo trabajo de campo no una indignación por el mal hecho sino una loa a lo que consiguieron el Rey y ellos juntos. De alguna manera, al dar la espalda al monarca, están ninguneando también a una generación que sudó hasta que no quedaron gotas. Claro que hay que mirar adelante, pero en la playa de este verano incierto arenea el pasado, arpones del ballenas y enormes anclas que detuvieron un barco a la deriva.
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