Opinión
“Don Juan Carlos o la cortina de humo”
Es impresionante observar la ofensiva independentista contra la Corona con la excusa de don Juan Carlos y el ataque de Torra que nunca vio la corrupción que existía en su partido.
Es muy interesante constatar, dicho irónicamente, que la mayor preocupación que tenemos los españoles es la situación del rey Juan Carlos, que abdicó en 2014. Por lo visto son pocas las cosas que han sucedido desde entonces. La izquierda política y mediática no tiene otro tema más trascendente en medio de un crisis económica devastadora y los inquietantes rebrotes de la pandemia aunque hayamos asumido que tenemos que convivir con ellos. No importan los problemas que tiene Podemos, las acusaciones de su antiguo abogado o el culebrón de la tarjeta telefónica de Dina, la famosa asesora personal del vicepresidente Pablo Iglesias. No es el PP y, por tanto, poco interés merece. Con ello no prejuzgo, por supuesto, sobre cómo pueda evolucionar judicialmente los enredos podemitas. Me interesa solo la contradicción que suscita el sobreinterés en un tema y el desinterés en el otro. Es impresionante observar la ofensiva independentista contra la Corona con la excusa de don Juan Carlos y el ataque de Torra que nunca vio la corrupción que existía en su partido. No hay más que comprobar que no quieren que el gobierno catalán se persone como perjudicado en la causa del 3 por ciento. La diferencia es que no hay ningún atisbo de corrupción en la actuación del mal llamado rey emérito
No importa que el anterior jefe del Estado no esté incurso en ningún procedimiento y que tenga plena libertad de movimientos, porque irrumpen los inquisidores para decir que se ha fugado. La cortina de humo que han lanzado todos para esconder sus propias miserias es impresionante. En el siglo XIX comenzó la publicidad moderna y en el XX se consolidó una concepción de manipulación que es la propaganda política sectaria y fanática que tuvo su máxima expresión en el nazismo, con su «sumo sacerdote» Goebbels, y el comunismo. Hay que reconocer, desgraciadamente, que ambas ideologías tenían muchos colaboradores de gran talento, aunque fuera aplicado para el mal. Hemos llegado a un punto en el que la mentira política nos parece algo normal e incluso nos sorprendemos cuando escuchamos la verdad. No me gusta esa idea de que en política no importa ni la verdad ni la mentira y que se puede decir, descalificar o prometer sin que existan consecuencias. Por ello, tenemos que preguntarnos si es lícita esta campaña que es, realmente, una cortina de humo que utiliza a don Juan Carlos sin que el resto de cuestiones mucho más graves merezcan tanto interés.
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