Juan Carlos I de España

Tras Ostende y San Sebastián

En mayo de 2018, un pacto entre el PSOE, Podemitas comunistas, separatistas catalanes, Bildu, y nacionalistas gallegos y vascos, alumbraba el «bloque de la moción de censura» que investiría a Sánchez. Esa mayoría culminó en el Gobierno de coalición actual, que ya acumula dos destacados «logros». El primero, una gestión de la pandemia que se califica por sí misma en función de sus resultados: muertos incontados, récord de contagios, crisis económica sin precedentes, altísima tasa de paro y rebrotes incontrolados.

El segundo hecho que marcará indeleblemente a este Gobierno para la historia, es la salida de España de D. Juan Carlos I en las circunstancias que todos conocemos. No debemos obviar el calado de este acontecimiento, que significa tirar por la borda el activo político más importante de España durante cuarenta años, y que nos ha permitido una envidiable y prolongada etapa de progreso económico y estabilidad institucional. La Historia es «maestra de la vida» y, por eso, conviene recordar que fueron sendos pactos –el de Ostende de agosto de 1866, y el de San Sebastián de agosto de 1930– los que sentaron las bases para el posterior exilio de Isabel II y de Alfonso XIII, respectivamente, y propiciaron el advenimiento de las dos Repúblicas.

Convendría que algunos reflexionaran acerca de los riesgos de jugar a ser «aprendices de brujo», y estudiar la Historia para no repetir los mismos trágicos errores. Es muy grave lo que nos va en ello.